El Congreso de los Diputados se ha vaciado de delfines para llenarse de ballenas. Cetáceos enormes y torpes que acaban engullendo la política española. Recriminaba Aitor Esteban, portavoz del PNV, al PP que tenía «una ballena en la piscina que se llama Vox» y que obligaría a descontar treinta y tres apoyos para que hubiera alguna posibilidad de sumar los de los nacionalistas vascos. Es cierto que el extremismo excluyente de Vox reduce al mínimo las posibilidades de pactos de los de Feijóo. Sin ellos no alcanzan y con ellos no suman. Una ballena varada en la derecha que imposibilita la transversalidad que exige la actual aritmética parlamentaria para amarrar un gobierno. Acertaba también Esteban en hacer suya otra de las frases de esta investidura fallida. La portavoz popular planteó la votación como «Feijóo o amnistía» y el PNV respondió nítidamente que mejor amnistía que Feijóo condicionado por Abascal.
Vox no es la única ballena del Congreso y tampoco la más peligrosa para la España constitucional. El independentismo y los nacionalismos son la otra ballena empeñada en desbordar desde las esquinas la piscina española. Una ballena que sí que ha logrado la cuestionable transversalidad de las minorías alentada por el presidente desleal y sin escrúpulos que siempre puso por encima el gobierno al país. Una ballena con un estómago lleno de peces dispares tan solo unidos en la digestión de sacar tajada de las necesidades de Sánchez. La ballena devoró la tradicional ideología de los partidos vascos y catalanes. Olvidado queda aquel PNV conservador y el Junts heredero de CIU y de las élites catalanas si ambos confían más en el progresismo vacío y la izquierda radical. PNV, EH Bildu, Junts y ERC revueltos compiten por su electorado en independentismo y no en políticas. «Las ballenas no cantan porque tienen una respuesta, cantan porque tienen una canción», afirma el cineasta Gregory Colbert. Ese es el problema de esta España ingobernable.