Esta es la noticia que publica el Diario de Mallorca: La Conselleria de Salud pagará un complemento que puede llegar hasta los 20.000 euros más al año a los médicos y 15.000 euros a las enfermeras para que trabajen de manera permanente en las zonas de Baleares donde, a día de hoy, es un grave problema la falta de profesionales para atender a la población. Baleares elimina el requisito del catalán para trabajar en la sanidad pública: «Queremos asegurar una adecuada asistencia sanitaria». En el año 2025 se jubilarán en Baleares 250 médicos y será necesario contratar entre 348 y 467 nuevos especialistas. Ese año la promoción de médicos especialistas que saldrá de los hospitales y centros públicos de Baleares será de 161, por lo que el reemplazo generacional «no está asegurado». En 2025 las especialidades más requeridas en las islas serán Medicina Familiar, Medicina Interna, Medicina del Trabajo, Oftalmología y Traumatología. La consellera de Salud, Manuela García, asegura que Baleares tiene una población que está envejeciendo con rapidez (54.537 mayores de 80 años en 2022), una ‘presión’ de población que se dobla en verano, el continuo encarecimiento de la vivienda y los alquileres y el hecho de la doble o triple insularidad, con zonas de «muy difícil cobertura donde la atención sanitaria puede que no esté garantizada en breve». La exigencia del catalán es un requisito excluyente que puede disuadir a los profesionales de fuera de Baleares para trabajar de manera permanente en la comunidad autónoma. Me encanta la decisión tomada por el nuevo gobierno del Partido Popular de Mallorca al eliminar el requisito del catalán para trabajar en la sanidad pública, por algo se empieza. No me gusta tanto que lo hagan SÓLO porque necesitan asegurar una adecuada asistencia sanitaria. Preferiría que la noticia fuera que el catalán, el vasco, el gallego o el llionés jamás fueran un requisito imprescindible para poder trabajar los médicos, enfermeros o profesores dentro de España.
Pero hoy la corriente va en sentido contrario. Yo he vivido mucho tiempo en Cataluña y jamás he tenido dificultades de convivencia por causa de la lengua. Los problemas surgen cuando se impone o se prohíbe una lengua. Cuando no hay obligaciones o vetos, la convivencia lingüística es mucho más fluida. El País, en su sección ‘negocios’, ha publicado: «Más de 596 millones de personas hablan español, el 7 % de la población mundial. Es la tercera lengua más utilizada en la red y representa el 10 % del PIB mundial, más de 12 billones de euros». Teníamos que estar orgullosos de ‘nuestra’ lengua española, pero no es así. Hoy en España demasiada gente minusvalora el español como lengua ‘vehicular’, palabra que significa que, cuando conviven varios idiomas en un país como el nuestro, uno de ellos es el que tiene que prevalecer. El artículo tercero de nuestra Constitución dice que castellano es el idioma común de los españoles. Todos tienen el deber de conocerlo y el derecho a usarlo. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas comunidades autónomas. Es un sistema de comunicación que debe respetarse, sin ambages, por el bien común. Si todos los españoles conocen este idioma no tiene sentido la traducción simultánea para entendernos. Ahora, en el Congreso, se ha aprobado el uso de las lenguas cooficiales. Los diputados tendrán el derecho de usar en todos los ámbitos de la actividad parlamentaria, incluidas las intervenciones orales y la presentación de escritos, cualquiera de las lenguas que tengan carácter de oficial en alguna comunidad autónoma. Por supuesto que se contará con «servicios de traducción e interpretación de todas las lenguas» y comentan que esta ocurrencia podría salir por un millón de euros.
Estos días se ha hecho viral en las redes sociales la frase lapidaria de Otto von Bismarck, el artífice de la unificación alemana: «Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido». Pronto han aparecido opiniones que ponen en duda la veracidad de esta frase, pero lo que es cierto es que es muy oportuna para el momento que vivimos en España y la pronunció en su discurso, durante el famoso Congreso del PSOE en Suresnes, el año 1974, el mismísimo e histórico socialista Alfonso Guerra.
Pido perdón a los lectores por dejar suelta mi imaginación en este artículo de opinión, por lo que, posiblemente, las ideas no están perfectamente ordenadas. Yo empezaba hablando de la eliminación del requisito del catalán para los médicos en Mallorca, seguía con el pinganillo en las Cortes y terminaba con la frase de Bismarck. ¿Ven ustedes alguna conexión?