09/05/2025
 Actualizado a 09/05/2025
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Los derroteros por los que ha ido la relación de Azucarera con el sector productor, en los últimos años, ha hecho que nos resulten indiferentes las noticias que llegan desde la matriz del grupo, en Reino Unido, sobre su futuro como empresa y sobre el futuro de sus centros fabriles. 

Si se produce un anuncio de cierre, que ojalá no, los agricultores no estaremos detrás de las pancartas de protesta, ni pediremos auxilio a las administraciones para salvar a la compañía, ni sacrificaremos nuestros intereses agrarios en aras de un supuesto interés general superior.

Esto es lo contrario a lo que hemos hecho en otros momentos de la historia reciente de la agricultura leonesa cuando se cerraron fábricas azucareras, cuando no se invertía lo deseado, o cuando se anunciaban reestructuraciones de personal. No volverá a haber propuestas conjuntas, del sector industrial y agrario, a las administraciones públicas, para que el sector remolachero siga siendo el que tenga más privilegios en el reparto de las ayudas de la PAC.

La estabilidad, al menos la estabilidad, es algo que ya no va a volver a existir, y por lo ello el sector irá dando bandazos, año tras año, según las ofertas de contratación que haga el oligopolio de la parte industrial, una vez que han descartado los acuerdos plurianuales que se mantuvieron durante décadas, unos acuerdos que permitían planificar e invertir con un mínimo de certeza, cosa que ahora no ocurre.

Y si los agricultores se cruzan de brazos ante noticias que pongan en riesgo la continuidad del sector, la movilización de los trabajadores, que en número ya no son tantos, será insuficiente para, con la presión social, cambiar el rumbo de los acontecimientos. Y los que seguramente saldarán ganando serán los directivos que han arruinado el negocio, que se irán con buenas indemnizaciones y todavía le quedará vida laboral para montar otra pifia en otra compañía. De entrada, este año sembramos menos remolacha, producirán menos azúcar, tendrán menos negocio, y seguirán en la cuerda floja, en el punto de mira de los accionistas.

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