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Ayer un hombre me dio un puñetazo

24/11/2023
 Actualizado a 24/11/2023
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Tenía prisa, crucé a la carrera la Plaza de Cascorro. Un hombre, con el pelo recogido en un moño y una mochila de camuflaje caminaba delante de mí. De pronto se paró en seco y se volvió. Me clavó los ojos oscuros y me dio un puñetazo fortísimo en el hombro. 

– ¡La próxima vez se lo cuentas a la policía! –exclamó. 

Me llevé la mano al hombro y eché a correr. El hombre se puso a gritar. No me quedé para escucharlo. Corrí durante diez minutos seguidos. En esos diez minutos se me pasaron varias cosas por la cabeza algunas totalmente inconexas. Pensé: para eso me sirven tantos años de hacer deporte. Pensé: mi padre decía que si veíamos mastines sueltos, jamás echáramos a correr, te conviertes en presa y te pueden atacar, mejor hacerles frente con un palo o a pedradas. Y entonces, si un desconocido te sacude un puñetazo por la calle, mejor no correr, ¿mejor hacerle frente? Pensé: menos mal que no me ha dado en la cara, si no, me rompe la nariz. Pensé: lo habrá visto alguien seguro, la plaza estaba llena de gente, y si lo ha visto alguien, ¿por qué nadie ha reaccionado? Y al mismo tiempo que esos pensamientos cruzaban mi mente a toda velocidad, hablaba en voz alta, corría y hablaba: ¿por qué me has dado un puñetazo? ¿Por-qué-me-has-dado-un-puñetazo?

Hoy me he levantado con un moratón en el hombro. Y sigo dándole vueltas al por qué del golpe. No era un vagabundo, llevaba ropa decente. Está claro que era un loco, ¿verdad? (¿lo era?) Pero qué quería decir, «la próxima vez se lo cuentas a la policía». ¿Un desafío? Atrévete y vete a contárselo a la policía y que te defiendan ellos. O quizá se sentía amenazado por mí y al escucharme correr, pensó que iba a por él. O ninguna de estas explicaciones, fue simplemente porque sí; porque se le cortocircuitó algo en el cerebro.

A lo mejor no hay que intentar entender las razones de un loco, que serán razones extraviadas, irracionales. Pero a mí me ha dejado un regusto amargo en la boca. Cualquiera puede atacarte. Y que ocurra en mi barrio, casi a la puerta de mi casa, me provoca desasosiego. Y me hace considerarlo desde un punto de vista simbólico: qué frágiles somos; qué frágil es la relación entre nosotros, seres humanos. En cualquier momento algo puede estallar y enviar la convivencia al infierno. Lo estamos viendo todos los días en las calles de nuestras ciudades y también en el parlamento y también en los salones enmoquetados de la clase política. ¿Acaso hay muchos locos en bandos opuestos? ¿O acaso estamos todos locos?

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