Secundino Llorente

El aumento del abandono escolar de la etnia gitana necesita atención especial

28/09/2023
 Actualizado a 28/09/2023
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Esta era la noticia de EL PAÍS recientemente: «La brecha educativa de la población gitana se agranda: el abandono escolar crece en los últimos años. Los estudios superiores son el techo de cristal para la población gitana en la educación, según un informe de la Fundación Secretariado Gitano». El periódico parte de un ejemplo como caso excepcional: «Sara Jiménez se ha graduado como maestra de Primaria a sus 21 años. Criada en el barrio madrileño de Vallecas, su recorrido por el sistema educativo es excelente, con Mención de Honor incluida en Bachillerato. Pero hay un factor que diferencia a Jiménez del resto de sus compañeros de promoción: ella es gitana». 

En el instituto Lancia teníamos siempre en torno a diez alumnos gitanos. Recuerdo la clase de Berta, la paciente profesora de Pedagogía Terapéutica. Con cuánto cariño trataba a este alumnado. Ella intentaba sacar el máximo provecho de aquel grupito de niños gitanos. No era fácil. Ellos vivían en un ambiente contrario a la más mínima cultura o formación. Cada uno venía con sus culebrones de casa de los que podría escribirse una novela diaria. Nos conformábamos si alguno conseguía el título de Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO). La mayoría se quedaba en el camino. Alguno llegó a matricularse en bachillerato, pero yo sólo conocí a un niño que pasó a la universidad, como Sara Jiménez. Es una pena que sean noticia porque son excepciones. Les cuento la historia: «Ya había empezado el curso y una tarde, con el instituto ya cerrado, llama a la puerta una señora con apariencia de gitana que venía con la intención de matricular a su hijo. Traté de explicarle que ya «no eran horas», que habían concluido las fechas de matrícula y que el instituto estaba lleno y, en aquel momento, cerrado. Ella, con mucha seguridad me dijo: «Usted va a matricular a mi hijo, mire estas notas». Casi me da un shock. No podía creer lo que estaba viendo. Todas las notas de los seis cursos de Primaria eran dieces. Le pedí unos minutos para llamar al director del colegio que me confirmó que el libro de notas era real y que el niño era excelente. Por supuesto que le hicimos sitio en el instituto donde pasó seis años con un buen comportamiento y un currículo brillante que le permitió llegar a la universidad con una buena nota de corte. Se matriculó en Derecho y después he perdido la pista. Ese muchacho dará mucho que hablar». El hecho de que un alumno de etnia gitana termine una carrera universitaria sirve como modelo para las generaciones que vienen detrás y se convertirá en un referente para su comunidad. En este caso los padres colaboraron con los deseos del alumno de estudiar una carrera, pero la norma general era apartarlos de los estudios antes de los 15 años. Un día una madre gitana vino a mi despacho para pedirme que no le dijéramos a su marido que su hija tenía la regla porque, si él lo sabe, la niña no volverá al instituto. Yo traté de dejar muy claro que ese tema era secreto y tabú en el centro y que ningún profesor conocía esta situación de una alumna, ni la había conocido jamás. Pueden los lectores imaginar mi sorpresa ante esta petición. Nunca tuvimos problemas graves de convivencia con los gitanos, pero son de otra pasta y viven en otro mundo. Algunos desaparecían en primavera para acompañar a sus padres en la venta ambulante. Lo más importante a principios de siglo fue el cambio de mentalidad gitana que pasa de la idea de desprestigio y de apayamiento al reconocimiento de la necesidad de la educación. La escolarización gitana en la Primaria estaba más o menos generalizada, pero en Secundaria imperaba el absentismo escolar porque los padres les obligaban a ayudarles en la venta ambulante, recogida de residuos, trabajos agrícolas o cuidado de los hermanos menores.

Durante la pandemia los responsables educativos admitían que había aumentado el absentismo entre el alumnado gitano. Los datos del informe de la Fundación Secretariado Gitano son realmente alarmantes. Se comparan los datos recogidos en el 2012 y en el 2022 con una muestra de 7.285 personas. En 2012 el 6,3 % de la población gitana terminaba bachillerato o un grado medio, mientras que en 2022 se quedaba en el 3.8 %. Y el 0,90 % se graduaba en estudios universitarios por un 0.4 % ahora. La tasa de abandono escolar temprano entre jóvenes en 2012 era del 63 %, y en 2022 el 87.5 %. La media de abandono escolar temprano en España se situaba en 2012 en el 24.7 % y en 2022 el 13,9 %. Al cumplir los dieciséis años de edad y no ser obligatorio ir al colegio, la brecha es mayor entre la población gitana que estudia (53 %) y la media española (95,6 %). Nueve de cada diez familias gitanas están en riesgo de pobreza y exclusión social. Se crea un círculo vicioso entre incultura y pobreza. «Este aumento del abandono escolar de la etnia gitana es muy preocupante y necesita urgentemente una atención especial».

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