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Ateos de mentira y de verdad

16/09/2025
 Actualizado a 16/09/2025
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Aún está muy de moda un libro de Javier Cercas titulado “El loco de Dios en el fin del mundo”. Surgió como consecuencia de una invitación por parte del Vaticano para acompañar al Papa Francisco en su viaje a Mongolia, una nación en la que apenas hay unos cientos de católicos. Llama la atención que tanto en la contraportada, como varias veces en el interior, el autor se define abiertamente como ateo. La verdad es que, leyendo el libro, no se saca esa impresión, dado que manifiesta un gran conocimiento y respeto de la Iglesia, del Papa y, por supuesto, de los pastores y fieles católicos de Mongolia.

Dice Cercas que, perteneciendo a una familia muy católica, especialmente su madre, su ateísmo se debe en gran manera a la lectura de la novela de Miguel de Unamuno, “San Manuel Bueno, Mártir”, cuyo argumento es la vida de un cura, Don Manuel, al que Unamuno sitúa en un imaginario pueblecito, Valverde de Lucerna, muy cercano al lago de Sanabria. El párroco tenía fama de santo y sus feligreses estaban encantados con él, emocionados con sus predicaciones, llenas de unción religiosa. Pero hete aquí que, tras la muerte del cura, aparece un diario el que éste manifiesta no tener fe, pero que ejercía su ministerio sacerdotal porque hacía verdaderamente felices a los parroquianos y no quería desencantarlos. Unamuno era así de juguetón en sus novelas. Ignoro si Javier Cercas sabe que esa novela refleja la vida de Unamuno, pero al revés. Unamuno, que tenía una gran inquietud religiosa, con muchos de sus escritos daba la impresión de ser un enemigo de la religión. Pero en el año 1970 aparecieron cinco cuadernos con su diario íntimo. Leyéndolo, uno se encuentra con una persona verdaderamente religiosa, siendo especialmente sorprendente su defensa de la devoción a la Virgen María.

Personalmente, de la misma manera que respeto a los que dicen que no existe Dios, creo que los ateos deberán respetar mi opinión de que no existen ateos, sino gente que dice que es atea, que no es lo mismo. Los ateos son como los terraplanistas. Por  mucho que se empeñen, la tierra no deja de ser redonda. 

Por mucho que nieguen a Dios, Dios sigue siendo el mismo de siempre. En todo caso, los verdaderos ateos serían los que, presumiendo de creyentes, viven como si Dios no existiera, los que se las dan de católicos y no respetan la dignidad de cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios, por su condición de inmigrante, por sus inclinaciones afectivas, porque no aceptan que Dios sea padre de todos…
 

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