Que el precio de la cesta de la compra se ha disparado en los últimos años es una noticia recurrente que preocupa, y mucho, a la inmensa mayoría de los consumidores. Parece que no llega a tocar techo. Unos meses se ralentiza y otros se acelera, pero la tendencia alcista continúa sin freno.
En algunos casos esta subida tiene una explicación razonable. Cuando el valor final de un producto, como puede ser el aceite de oliva, depende de factores ambientales, puede entenderse que fluctúe.
Si hay causas externas que repercuten en los costes de producción, es comprensible que se pague más por lo que llega a las tiendas y supermercados.
Sin embargo, en otras ocasiones cuesta dar con la verdadera justificación.
Me refiero a los huevos, que han visto incrementado su precio en un 25 %. Nada menos. Y todo apunta a que van a seguir encareciéndose a corto y medio plazo.
Esta situación se debe, según el sector, a varios desencadenantes que juntos han provocado una especie de tormenta perfecta.
Ha crecido la demanda. Porque se consumen más y porque en Europa o en EE. UU. Escasean, después de haber sacrificado un alto porcentaje de gallinas enfermas de gripe aviar. En España las aves no se han visto afectadas por ese virus, por lo que es un importante productor en este momento. Además, las granjas están en pleno proceso de adaptación a la ley de bienestar animal, lo que implica que no es posible una mayor producción que pueda satisfacer tal demanda. También se elevó el precio del alimento de las gallinas a raíz de la guerra en Ucrania.
Resulta obvio que todo esto influye en el coste de este producto básico. Aunque tras estas causas objetivas es posible que se oculte otra razón, especulación por parte de las distribuidoras que han aprovechado la coyuntura para inflar su margen de beneficios.
Sea como sea, ya se ofrecen soluciones alternativas a este problema, como el alquiler de gallinas con opción de compra. Quién sabe si lo próximo será el contrabando.
No nos pueden faltar los huevos.