23/01/2024
 Actualizado a 23/01/2024
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Mentir es, en primer lugar, un pecado. Concretamente contra el octavo mandamiento, aunque es probable que sean muy pocos los que se confiesen de él. Pero también es un arte que consiste fundamentalmente en que la persona receptora de la mentira no se entere. No le faltaba razón a aquel que decía que algunos, refiriéndose a los curas, predicaban verdades como si fueran mentiras mientras que otros, pensando especialmente en determinados políticos, cuentan mentiras como si fueran verdades. Claro que el problema está no tanto en el que miente como en el que se deja engañar.

Hay veces que, a la hora de pensar en el tema de esta columna, uno se las ve y se las desea para encontrar materia de comentario. Hoy la idea me ha venido después de ver las noticias. Una de ellas hace referencia a la gran manifestación que ha tenido lugar en la plaza del Obradoiro en Santiago de Compostela para protestar con motivo de las bolitas de plástico, los famosos pellets, que están llegando a las playas de Galicia y a otras del Cantábrico. Parece ser que son consecuencia de la caída al mar, en aguas de Portugal, de algunos contenedores con estas bolitas. En este caso no se le puede echar la culpa a Franco, que lleva casi medio siglo muerto, pero tampoco a las autoridades gallegas, que bastante hacen con recogerlos.

Pero, mira tú por donde, lo que en principio puede parecer una desgracia es una bendición para algunos, que tienen que estar muy agradecidos, ahora en plena campaña de las elecciones gallegas. Todo es cuestión de saber aprovecharlo y algunos son expertos en ello. Ya demostraron una gran habilidad para tumbar al gobierno de turno con la crisis del aceite de colza. Otro tanto ocurrió con la guerra de Irak. Y, muy, especialmente con aquel barco partido en dos que derramó sobre las costas gallegas ingentes cantidades de petróleo hace poco más de veinte años: el Prestige. A punto estuvo también de provocar una gran crisis la muerte de un perro cuando la crisis del ‘ébola’. Y mucha suerte tuvo el PP de no gobernar durante la pandemia, pues habría estallado un movimiento callejero de protesta sin precedentes, y no volvería a levantar cabeza, si es que algún hipotético pensara gobernar.

Mentir es un arte. Y saber aprovechar los acontecimientos, especialmente las desgracias, aunque sea manipulando la verdad de los hechos, es una obra maestra. Aunque el mérito no es tanto de quien manipula cuanto de quien se deja manipular.

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