Esta semana leía en este periódico un anuncio oficial del Ayuntamiento de Villamoratiel de las Matas, informando de la «tramitación de uso excepcional para el Proyecto de Adecuación de Caminos» en las dos localidades de ese municipio, abriéndose un plazo de 20 días para su consulta en las dependencias municipales y presentar las alegaciones oportunas.
Vayamos por partes. Ese municipio, al lado derecho de la carretea hacia Valladolid, tiene recién concentradas las parcelas agrícolas, por la Junta de Castilla y León, y entregados unos caminos nuevos en perfectos estado de revista – mientras duren así–. Al lado izquierdo, se ejecutó una modernización del regadío, por parte del Estado, que ha dejado pendiente, no se sabe para cuándo, la ejecución de los caminos rurales. Por lo tanto, el Estado, el Ministerio de Agricultura, debe de hacer la obra pública de los caminos rurales en Villamoratiel de las Matas y en otros municipios de la zona regable de Payuelos, como se comprometió en su día y así se recoge en un Real Decreto. Y lo debe de hacer ya, porque es muy difícil hacer agricultura sin unos caminos de acceso a las parcelas acordes con los tiempos, acordes con el momento actual de la mecanización del campo.
Por otra parte, es de agradecer que un ayuntamiento se preocupe por arreglar los caminos rurales, aunque sea su obligación, y aunque lo esté haciendo para tapar las vergüenzas de una administración superior. Lo que ya no entiendo es que para arreglar un camino haya que hacer un proyecto, someterlo a información pública, dilatar los plazos, licitar la obra, y que una parte del dinero que se puede gastar se destine al papeleo, a la burocracia, y no a esparcir zahorra en los baches y socavones. Porque arreglar caminos rurales debe de ser sobre todo eso, tapar los grandes baches, y dar salida al agua de las cunetas, algo sencillo y por lo general barato.
Otra cuestión es el mal uso que a veces hacemos de los caminos rurales los agricultores y otros usuarios. Entre estos últimos, la Azucarera, cuando saca la remolacha, que los deja destrozados.