jose-luis-gavilanes-web.jpg

Arde León con gran extensión sin pausa ni dimisión

24/08/2025
 Actualizado a 24/08/2025
Guardar

Los leoneses estamos sobrecogidos por la ola de fuegos (naturales, imprudentes o intencionados) todavía en activo incinerando gran parte del norte y oeste de nuestra provincia. Mucho ya se ha hablado y escrito sobre ello desde “in illo témpore”. Ya Alfonso X, el Sabio, dijo en el siglo XIII: “quien queme el monte, al monte”. Centrémonos ahora de modo menos contundente en otros factores. Es cierto que los incendios forestales han ocurrido siempre como un elemento normal en el funcionamiento de los ecosistemas. Y que el fuego ha permitido la regeneración de los mismos y la producción de una serie de hábitats en los distintos organismos. No obstante, la enorme proliferación últimamente de incendios, unida a la despoblación y cambio climático, son causa de una triste realidad que demanda prevención, más bomberos rurales y menos políticos inexpertos. 

El incendio produce, en primer lugar, la erosión del suelo al desaparecer la capa vegetal. Esta desprotección del suelo frente a la elevada erosión que ocasionan las lluvias provoca grandes pérdidas de nutrientes. Sin embargo, no solo el fuego afecta el sistema edáfico o terreno de cultivo, las altas temperaturas que padecemos empobrecen la composición biológica y química del suelo.

Es de resaltar en el análisis de los incendios la muerte de buena parte de la población animal silvestre en zonas que ejercía importante labor de limpieza (invertebrados, crías de aves o mamíferos, etc.) debido a quemaduras o intoxicación respiratoria. 

A este factor se une la falta de desbroce vegetal —alimento animal y del fuego—, debido a que la población humana rural que lo cuidaba es cada vez más escasa o nula. Es obvio que los incendios contribuyen al cambio climático, tanto por las cantidades de CO2 emitidas a la atmósfera, como por la pérdida del efecto secuestrador de carbono que ejercen los bosques. 

Los incendios incontrolados afectan a la salud de las poblaciones humanas próximas.[] Así como la destrucción de bienes e infraestructuras (casas, almacenes, postes de electricidad, comunicaciones, etc.) que obliga a grandes aportaciones económicas para su reconstrucción.

Además del impacto ambiental y mayor o menor número de víctimas y destrucción, otra repercusión de los incendios forestales tiene que ver con la contaminación de ríos receptores de las aguas que discurren por las zonas quemadas con partículas y cenizas en suspensión.

Tras un desastre incendiario resulta obligado hacer hincapié en la recuperación. Un bosque quemado puede tardar entre 30 y 50 años en rehacerse, dependiendo de la zona, las especies vegetales y las condiciones climáticas. Según los expertos, entre las medidas que se pueden tomar para favorecer esa recuperación está la protección de la superficie del suelo contra la erosión, con métodos como esparcir paja o sembrar hongos simbióticos. 
En algunos casos, también se aplica la reforestación, aunque esta última solo en casos donde no sea viable la regeneración natural de las especies. La capacidad de regeneración de un bosque depende fundamentalmente de la intensidad del incendio, el tipo de vegetación que se ha quemado y las condiciones posteriores al incendio.  
 

Archivado en
Lo más leído