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Aquellos maravillosos años

07/06/2018
 Actualizado a 12/09/2019
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No lo puedo evitar, ni tampoco quiero, para qué engañarles. Cada vez que escucho la voz rasgada y rota del irrepetible Joe Cocker siempre me viene a la memoria eltema ‘With a little help from my friends’, que dicho así quizás a muchos no les suene, pero si afino diciendo que fue la banda sonora de la serie ‘Aquellos maravillosos años’, que entró en nuestras casas a finales de los ochenta y principios de los noventa, entonces sí que más de uno comenzará a tararearla y le vendrán a su mente algunos de los personajes como el protagonista Kevin y su amigo Paul. Cuando echamos la vista atrás y viajamos en la máquina del tiempo hasta llegar a lugares comunes del subconsciente colectivo nos encontramos con imágenes, sonidos y olores, algunos de los cuales, años o incluso décadas después todavía siguen provocándonos sensaciones diversas.

Y esto fue lo que me pasó cuando una compañera periodista me dijo no hace mucho, que tenía una foto de un servidor junto al adolescente Rafa Nadal en tierras leonesas. Y remarco lo de adolescente porque la instantánea en cuestión fue hecha en 2004, cuando el que a la postre se convertiría en número uno de la ATP tenía 18 años. No voy a entrar en quién ha envejecido mejor o peor de ambos, pero al ver esa imagen me inundó un sentimiento de melancolía con cierta dosis de tristeza y de sueños rotos, al comprobar casi quince años después que el León donde vivimos dista mucho del que pensábamos que iba a ser. No sé si nos engañaron o nos engañamos nosotros mismos, pero cuando pienso en el León que dio la bienvenida al año 2000 y el futuro alentador que esperábamos tener, me recuerda a ese baño de realidad al que nos enfrentamos cuando vemos ahora películas futuristas que nos mostraban las ciudades de 2020 llenas de coches voladores.

Reflexionemos sobre el León en el que podríamos estar viviendo y que por unos u otros motivos nunca llegó a ser. La foto culpable de que esta columna haya visto la luz es un ejemplo de proyectos que situaban a León en el panorama nacional y que al final sólo quedaron en un coitus interruptus. Y es que en 2004 el Palacio Municipal de Deportes de León acogió el Master Ciudad de León donde participaron junto a Carlos Moyá y Feliciano López dos jovencísimas promesas del tenis nacional y mundial: Rafa Nadal y Fernando Verdasco. Pues eso, ahora el que quiera disfrutar de un torneo de tenis de altos vuelos no tiene más remedio que irse a los madriles o a la ciudad condal.

Un año después el que dio lustre a nuestra ciudad fue Lenny Kravitz, al que le siguió en 2006 la estrella ya mundial Shakira, que movió sus caderas en el por aquel llamado Nuevo Estadio Antonio Amilivia. La pequeña ciudad de León acogía conciertos que ni los más optimistas hubieran pensado. Eran los años de bonanza, en los que León se movía a golpe de ladrillo, sin que nadie advirtiera que quizás estuviéramos viviendo todos por encima de nuestras posibilidades.

Incluso los leoneses tuvimos nuestra propia compañía aérea y una discográfica que permitió a Manolo Quijano probar suerte en solitario. Todavía recuerdo la presentación de su disco en el hall del Musac, donde las fuerzas vivas de nuestra ciudad cantaban el estribillo de su primer single ‘La magdalena’. Y ahora no me nieguen que no fue premonitorio, ya que años después todos los allí presentes tenemos motivos más que sobrados para llorar como unas magdalenas.

León ganaba terreno al sur y presentaba un nuevo barrio que iba a convertirse en el mejor lugar para que las familias perfectas e hipotecadas vieran corretear a sus herederos. Me refiero a La Lastra, un proyecto que iba a cambiar a León y que al final creo que sólo cambió a aquellos que se lanzaron a invertir en lo que parecía que iba a tener un final feliz y que al final ha sido una tragicomedia. Y si nos fijamos en el norte, nada que comentar de Estrella Izar, que iba a ser una zona residencial al más puro estilo pueblo perfecto de ‘El show de Truman’ y que a día de hoy es el escenario ideal para un thriller de serie b sobre zombies. ¿Y el tranvía que iba a cambiar la fisonomía de nuestra ciudad e iba a situarnos al nivel de las ciudades españolas más ‘cool’? No sé ustedes, pero lo más parecido que he visto a dicho tranvía llamado deseo es el tren turístico.

Y así con la música de fondo de Joe Cocker podríamos seguir enumerando sueños que quedaron en eso, en simples sueños, como la Ciudad del Mayor, el Centro de Músicas Históricas en el Teatro Emperador… y es que aquellos maravillosos años quedaron en eso, en maravillosos, pero en nada más.
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