Nada es lo que parece. Y lo que parece es de todo menos nada. Y la nada es precisamente lo que mueve a personas a buscar en el agua la vida, cuando curiosamente la vida sería inviable sin el agua. Nada de presente. Nada de futuro. En fin, nada. Y es en ese momento, cuando los que no sabemos realmente lo que es una vida sin nada, nos topamos con un barco llamado Aquarius atiborrado de centenares de seres humanos, que mientras dejan descansar sus malogrados cuerpos en la cubierta, esperan que ese buque se convierta en una bebida isotónica para los sueños que algún día tuvieron.
Y hacinados en ese barco es cuando empiezan a existir realmente para nosotros y para nuestros dirigentes, cuando ciertamente su existencia comenzó en el mismo momento en que la vida les saludó con una mueca de tristeza al salir de las entrañas de sus madres en el lugar equivocado. Bien es cierto, que la conciencia y el sentimiento de solidaridad es directamente proporcional a la distancia. Cuanto más lejos, menos sentimiento de culpa. El problema es cuando algunos utilizan los territorios de Neptuno para intentar llegar al otro lado, al que separa la vida de la muerte en vida. Y un día, parece que nos sorprendemos cuando los medios de comunicación se hacen eco de que las autoridades italianas no dejan a un barco lleno de dramas, ilusiones, fracasos y sueños atracar en sus costas. No importa que el nombre del barco, Aquarius, tenga paradójicamente su origen etimológico en el mundo romano. Lo práctico e inmediato se antepone a lo ético y a lo humano. Todos, y digo todos, somos conscientes y conocedores del drama de miles, de millones de personas que se juegan la única vida que tiene por intentar vivir con dignidad. Pero el mar nos va acercando lo que no queremos ver, lo que sabemos que existe pero que los kilómetros o las millas marinas lo convierten en algo difuso, lejano e insignificante.
Y entonces es cuando llegan los gestos. Un problema y una tragedia se convierten en una oportunidad. En una ocasión única de demostrar al mundo y a tus vecinos que tú si que eres solidario y generoso con los necesitados. Es cuando comienza la competición del buen samaritano. Si tú acoges a cien, yo subo la cifra a doscientos. Al final no son tratados más que como cifras, como números, aunque por suerte para ellos quizás sea su bote salvavidas. Y cuidado, este virus repentino de altruismo que se ha propagado entre todos nuestros políticos ataca a todos los colores y a todas las siglas por igual. Con el añadido de que una vez que empieza uno, no hay valiente que se ponga de perfil, porque se vería abocado a una lapidación inmediata en la que sería golpeado por piedras formadas por sedimentos de lo políticamente correcto. Aunque en este caso, lo políticamente correcto es también lo humanamente correcto, pero esta segunda acepción por desgracia muy pocas veces preside nuestras acciones, tanto individuales como colectivas, ni mucho menos las políticas.
Sin quererlo, los pasajeros de Aquarius, que sólo buscaban tierra firme donde poder posar sus pies, aunque inmediatamente tuvieran que utilizarlos para escapar de las autoridades por haber entrado en la fiesta de Occidente sin invitación previa, han dejado patente una vez más la mentira de Europa. ¿Cómo puede ser que la Unión Europea no obligue a uno de sus socios a cumplir con la ley y lo que es más importante, a respetar los Derechos Humanos? ¿Merece realmente tener de compañero de viaje a un país con el que no se comparte ni lo más básico? Pero bueno, este cañonazo a los frágiles cimientos del sueño europeo se une a los que recientemente hemos tenido que sufrir en nuestras propias carnes. Es más, estoy a la espera de que un país como Bélgica, que defiende tanto los Derechos Humanos y se proclama garante de la Libertad individual, europea, planetaria e interestelar, anuncie a los cuatro vientos que acoge inmediatamente a los más de seiscientos pasajeros del Aquarius en su territorio.
En días como estos es cuando vuelves a recordar que la vida es muy perra, ya que un gesto a priori solidario y desinteresado, también tiene un beneficio inmediato para quien ofrece la ayuda. Y es que mientras el Aquarius para sus ocupantes es una bebida isotónica que quizás les dé fuerzas para cumplir sus sueños, para nosotros no es más que una bebida isotónica para seguir manteniendo engañada a nuestra conciencia.

Aquarius, bebida isotónica para nuestras conciencias
14/06/2018
Actualizado a
14/09/2019
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