18/04/2020
 Actualizado a 18/04/2020
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Lo reconozco, yo siempre quise estar dentro de un aprobado general, hubiera sido mi mayor alegría. Meconsidero un tipo conformista que, precisamente en los estudios, no solía salirpor la puerta grande, tampoco es que saliese por la enfermería, era más bien, de faenas aseadas, es decir, con aprobar tenía más que suficiente, y así era muy dichoso.

Lo más cerca que estuve de rozar un aprobado general, fue en un Curso de Experto que se impartía la facultad de Ciencias Políticas de Granada, concretamente en una asignatura que impartía un buen amigo, y mejor columnista, del periódico líder en la ciudad Nazarí, quenos dio las preguntas del examen y se fue. Todos pensamos que saldría a llamar por teléfono o que había tenido una urgencia, y de ahí que ni seexcusase ante el riesgo de no llegar a tiempo al fondo a la derecha. Pasaron los minutos y allí no entraba nadie. Así que uno, que toda la vida ha llevado los temas ‘con pinzas’, no dudó en sacar los apuntes y copiar como si no hubiera un mañana, y como yo, casi toda la clase, excepto los moralmente superiores que ya sabemos que de eso no usan.

Tras una hora, llegó un ayudante y se llevó los exámenes.A la semana siguiente, colgaron las notas en el pasillo y la mayoría estábamos suspensos. Así que no dudé en preguntarle al profesor, con quien tenía cierta confianza ya que participaba en alguna que otra tertulia de la emisora: «¿Pero cómo es que me has suspendido,si copié casi todo el examen?» Él me explicó que había suspendido a todos aquellos que no habían copiado el examen entero. «Si os dejo solos es para calcarlo entero y no para quedarse a medias». Ya saben, por aquello de no quedar de sapientines no nos atrevimos a ir a por la excelencia. Y al final, suspendimos por parias.

Así que les aseguro que si estuviese en edad escolar, sería el hombre más feliz del mundo, con esto del aprobado general. Seguro que no dormiría de la emoción, pero no me lo tengan en cuenta, y por eso hoy meacuerdo de todos esos chicos que tienen depositada la ilusión en una nota media de bachillerato o en una ‘ebau’.

Cursar una evaluación en casa, con la importancia que tiene para la formación y para el futuro, por muy bien que se haga, no deja de ser una putada. Por muchas clases ‘online’, muchas tutorías por Skype o infinitas videoconferencias, es una jodienda, porque nada volverá a ser como antes.

Si te toca el profe vocacional con ganas, igual hasta libras, pero como te toque el de las famosas ‘fichas de la transición’ pues alegría para los vaguetes y algo injusto para los que han trabajado. Vamos, un fiel reflejo de la vida misma ¿O no?
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