01/05/2025
 Actualizado a 01/05/2025
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Cuando el lunes pasado a eso de las doce y media se fue la luz, la gente, en general, se volvió majareta. Cómo sucede siempre que nos ataca una cosa imprevista (el Covid, por ejemplo), y el silencio de los gobiernos se parece muchísimo al de los corderos, el público, en general, acude en masa a las tiendas y a los súper y arrasa, hasta acabar las existencias, con el papel para limpiarse el culo, con el agua embotellada, con las pilas (¿para qué las compran si sus radios y sus linternas se cargan en la red eléctrica?), y más productos que no usarán, que agotarán su fecha de caducidad y que se tendrán que tirar a la basura. Un sindiós...

El caso es que este país nuestro fue definido por la revista ‘TBO’ (y más tarde por ‘Pulgarcito’), como el feudo de «Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio», una tira cómica que contaba las aventuras de dos albañiles muy manazas que jodían más que arreglaban. Tal fue su éxito que, con los años, se creó una serie de televisión que también batió todos los récords de audiencia, ‘Manolo y Benito’: veías la serie y te parecía que estabas leyendo el ‘TBO’...

¡Mira que es grande Europa!, ¡mira que hay países! Pero no, se tuvo que ir la luz en España, y, de paso, jodimos a los portugueses, nuestros hermanos, que no tienen culpa ninguna. Está por ver qué fue lo que produjo el apagón. Parece claro que no fue Putin, el saco de boxeo en el que descargamos todos nuestros complejos y nuestras frustraciones. Y, si no fue Putin, ¿quién la preparó?, ¿los moros?, ¿una tormenta solar?, o, tal vez, ¿un operario que acababa de comer (y beber), un almuerzo copioso y conectó un cable normal a una toma trifásica?

Quién fuese, armó la mundial: siete horas sin luz, miles de viajeros atrapados en túneles o en las estaciones, los niños sin escuela, los semáforos de adorno en las calles de las ciudades, los restaurantes y los bares cerrados, las urgencias funcionando bajo mínimos, las vacas, las ovejas y las cabras sin ordeñar, etc, etc.

A todo esto, el Gobierno callado como una puta en huelga de bragas caídas, sin actuar, pasando de todo y esperando a ver si podría, al final, echar la culpa de la movida a Ayuso o a cualquier otro cantamañanas que pasase por allí. Porque, este Gobierno, es especialista en quitarse los muertos de encima y, hasta ahora, le ha sido bien. No tengo nada personal contra Sánchez, pero sí contra el Psoe y todo lo que representa: un partido que abandonó sus ideas para alcanzar y mantenerse en el poder, a cualquier precio, a toda costa, desde los tiempos de González. Un partido que acometió la reconversión industrial más brutal de Europa, echando a la calle a miles de trabadores, vendiendo el patrimonio nacional al mejor postor, metiéndonos en la Otan con calzador, haciendo, en definitiva, todo lo contrario de lo que se espera que haga un partido ‘socialista’ en el poder. Son una banda..., y encima, gafes.

Desde que está en el Gobierno Sánchez, hemos padecido una pandemia de la que no voy a contaros nada porque todos sabéis tan bien como yo las consecuencias, la erupción de un volcán, una riada que dejó doscientos treinta muertos, y, ahora, el apagón, que costará cientos de millones de euros que pagaremos todos los españolitos.

Sí, ya sé que muchos de mis amigos me saldrán con el cuento de que los «otros» son peores y de que, también, las preparan como Amancio. Ninguna duda al respecto, pero, que yo sepa, no han gobernado mientras nos sucedían estas desgracias. Gobernaba el Psoe, y, gracias a la suerte que tenía el General en la guerra de Marruecos, como él, han salido incólumes de todas estas movidas, aparentemente sin un rasguño.

Vuelvo a repetir una historia que ya os he contado que leí alguna vez en algún sitio: un juntaletras que se precie debe de dar caña al partido que está en el poder (sea éste cual sea), que para eso gobierna. Y cuando hablo de Gobierno hablo del de verdad, no de las mariconadas que tenemos en las comunidades autónomas, que, al final, no son más que reinos de taifas que no pintan absolutamente nada (o todo lo más, muy poco), en el devenir de nuestras vidas.

Salud y anarquía.

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