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Antisemitismo corsario

05/10/2025
 Actualizado a 05/10/2025
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Israel intercepta. Israel detiene. Israel pone fin. Decenas de barcos son abordados. Ciudadanos de varios países (occidentales, no vayan a creer) son “conducidos”, “escoltados”, “llevados” contra su voluntad. Desde aguas internacionales. Si prueban a quitar Israel y poner cualquier otro país (africano o asiático en particular) inmediatamente estaríamos incluyendo palabras como piratería, secuestro, atropello o violación del derecho internacional. Si se emplearan con el sujeto Israel, acto seguido se oiría: “¡antisemitismo!”

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, es expulsado del Estados Unidos mientras Benjamín Netanyahu, habla a la Asamblea general de la ONU a pesar de estar reclamado por la Corte Penal Internacional por presuntos crímenes de guerra y de lesa humanidad. Si no se permitiera su soflama llena de mentiras y odio gritaría, como de hecho gritó: ¡antisemitismo! 

El antisemitismo tiene hondas raíces y millones de muertos a sus espaldas, no se debería mencionar en vano. De los pogromos de la Antigüedad y el medievo a los campos de la muerte hitlerianos, los judíos han sufrido persecución como ningún otro pueblo. Parecería excusado recordar esto antes de cualquier otra cosa, pero ultrajan la memoria de esas víctimas quienes la utilizan para justificar la muerte de otros inocentes. El mismo tipo de inocentes, asesinados por parecidas razones (y, por cierto, también semitas).

Hay, por supuesto, otras explicaciones. Pueblos hay que han sufrido persecuciones y matanzas y no se les conceden por ello privilegios como los que invoca el gobierno judío cuando mata sin tasa. Son explicaciones que no gustan: negocios, tecnología, bombas atómicas, control del Próximo Oriente, grupos de influencia y poder, etc. Resortes de un país de clase privilegiada de los que no disponen otros (Palestina, entre tantos) en un contexto internacional guiado por los mismos motivos que la política local, no tanto xenófoba como aporofóbica. 

Aparte de estos hechos y el obligado excurso, el antisemitismo, como todos los anti-ismos, está destilado de un ismo nacional que le convierte en intangible y, a menudo, indiscutible. Todo nacionalismo separa: conmigo o contra mí. Y si estás “en contra” habrá consecuencias. Consecuencias que también pagan los israelitas en contra del proceder de su gobierno ultra. Otro eufemismo, “ultra”, que requiere explicación: fascista, dictatorial, despótico; usen el que quieran. Asaltaré tu barco y raptaré a tus ciudadanos y, como soy víctima y siempre lo seré, solo podrás decir que intercepté y trasladé. Mi condición me hace intocable: mi agresión no es nada en comparación con la que sufrí. Pero no la sufrieron quienes ahora agreden: fueron otros. La idea nacionalista de que ese sufrimiento pasa a ser patrimonio de una nación envenena cuanto toca proporcionando una ilícita patente de corso. La de los filibusteros que han apresado a ciudadanos libres e inocentes en aguas internacionales para que no asistan a otros hambrientos y masacrados.
 

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