Angel Suárez 2024

Un aniversario español

24/05/2025
 Actualizado a 24/05/2025
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El pasado miércoles Xuasús González recordaba el 1700 aniversario del Concilio de Nicea, un hito fundamental en el combate doctrinal de la Iglesia contra la herejía arriana. El debate se centraba en la naturaleza de las personas que componen la Santísima Trinidad. Si el Hijo comparte la sustancia del Padre o procede de Él y, como derivada, si el Espíritu procede ambos o sólo del Padre. Estas disquisiciones nos resultan hoy extrañas y lejanas, pero en aquellos primeros siglos del cristianismo y últimos del imperio romano estaban realmente instaladas en la sociedad, y marcaron durante generaciones el devenir político de todo el orbe cristiano y, muy especialmente de la España Visigoda. En estas escasas línea no pretendo resumir su evolución y su alcance, sino solamente destacar el importantísimo papel que jugaron en él varios españoles.

El obispo Osio, nacido en Córdoba, presidió el Concilio de Nicea, y a él se atribuye la redacción del credo niceano, que en gran parte coincide con el llamado credo largo que aún hoy se reza en misa. Su papel fue fundamental en el establecimiento de la doctrina católica sobre la consustanciabilidad de las dos primeras personas de la Trinidad.

El emperador Teodosio el Grande nació en Coca (Segovia) o en Itálica (Sevilla). Durante su mandato convocó el Concilio de Constantinopla, que completó la doctrina trinitaria católica. Luchó contra los bárbaros arrianos y convirtió en decreto la fe católica, como recoge el Codex Theodosianus.

Por último, no podemos olvidar a nuestro gran Isidoro y a su hermano san Leandro. España se mantuvo socialmente dividida durante siglos entre los visigodos, que mantenían el gobierno y profesaban la herejía arriana, y la vieja sociedad hispanorromana, de creencias católicas. Leandro e Isidoro, hijos de un hispanorromano y un visigoda posteriormente convertida, resultaron determinantes en la unificación social y religiosa del reino. El primero presidió el III Concilio de Toledo, en el que el rey Recaredo renunció a la herejía y se convirtió al catolicismo, y el segundo hizo lo propio en el IV Concilio de Toledo que codificó y consagró la unidad política y religiosa de Hispania.

Cuatro españoles que fueron clave no sólo para la Iglesia, sino en el devenir de la Historia universal.

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