18/05/2023
 Actualizado a 18/05/2023
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En la convivencia diaria de un grupo de alumnos de educación secundaria es muy corriente descubrir amores, casi siempre secretos, entre una alumna y un alumno en el aula. Confieso que rara vez yo me enteraba de nada y tenían que ser los compañeros, especialmente las profesoras, las que descubrían el romance. El 14 de febrero teníamos la costumbre de organizar una fiesta y llevar a las clases, a última hora de la mañana, una flor o un ramo de flores con la correspondiente dedicatoria. Había verdadera competencia para acumular estos trofeos. Ese día salían a relucir muchas historias de amor. Después de cuarenta años entre jóvenes y adolescentes he podido conocer historias de amor de todos los colores: largas y cortas; perfectas o imperfectas; parejas de un día, parejas de un viaje de estudios, parejas para siempre a los que he encontrado con un carrito de bebé por la calle Ancha de León; parejas que no lo fueron en el bachillerato y que, años después, se reencontraron y se amaron. Los viajes de estudios eran muy propicios para estas aventuras que, en la mayor parte de los casos, terminaban en el propio viaje. Con el tiempo me fui dando cuenta de que, la amalgama de sentimientos que suceden en el aula mientras el profesor está centrado en explicar su asignatura, puede ser de lo más curioso y variado. Hay miradas, gestos, posturas, comentarios, actitudes, ademanes, muecas, caras o semblantes que dicen claramente que esa muchacha o ese muchacho está en una realidad diferente a la de su profesor.

Este tema no es nuevo. Aunque últimamente ha cambiado mucho y las nuevas corrientes feministas lo quieren enfocar de muy diferente manera, las inquietudes de las alumnas y los alumnos en sus relaciones amorosas en el aula eran las mismas en los años ochenta cuando aún no existían orientadores en los centros escolares, ni se hablaba de problemas de machismo o feminismo. En aquel momento yo era el jefe de estudios de un instituto de Tarragona. Por Santo Tomás se organizaba una semana cultural «a lo grande». Se suspendían las clases, pero todos los alumnos estaban ocupados en algo en el centro. Las conferencias eran sobre temas que pedían los propios alumnos. Uno de los solicitados fue ‘Amores en el aula’. Contactamos con un especialista en estos temas que tenía gran fama en el programa de Luis del Olmo en Barcelona. La conferencia fue un exitazo. Comenzó situando el tema: La vida del alumnado en un centro escolar puede verse ensombrecida por múltiples causas: problemas en la comunicación con los compañeros, bajo rendimiento académico y, a veces, también puede ser frustrante estar enamorados sin ser correspondidos de un chico o chica en clase. El especialista terminaba dando consejos a los alumnos y, muy especialmente, a las alumnas para responder a la pregunta clave: ¿Qué hacer si te enamoraste de un compañero de clase? En primer lugar, mostrarse activos. Las chicas activas, aunque no sean las más bellas, llamarán más la atención y siempre encontrarán amigos y fans. Las chicas alegres y sociables atraen a los chicos más que las grandes bellezas. En segundo lugar, acercamiento. Debe asegurarse de que el chico o la chica del que estás enamorado se fijó también en ti. Debe tener un terreno común a través del cual puedas comunicarte y conoceros. Puede ser, por ejemplo, hacer el mismo deporte o participar en la misma actividad extraescolar. En tercer lugar, comunicarse fuera del centro escolar. Si quieres a un compañero o compañera de clase, no es suficiente intentar hacerlo entre clase y clase o en los recreos. En cuarto lugar, ser amables. Comunícate de manera positiva para que se sienta atraído o atraída por ti y así quiera pasar el mayor tiempo posible contigo. En quinto lugar, la conquista. Él hablaba de los trucos femeninos para ligar a un chico: mostrase femenina e indefensa. No pronunciar palabras obscenas o no fumar. Esto hoy podría sonar a anticuado. Por último, no se desanime si no le corresponde. Siempre habrás recibido una experiencia que te hará más fuerte para el futuro.

Terminaré contando alguna de las historias de amor que conocí en mi centro. Para salvaguardar las identidades, los nombres no son los reales. Cuento estas cuatro historias aquí de una manera resumida y lo cierto es que, en la vida real, tuvieron muchos más matices, cada lector puede imaginar el resto.

Ana fue una alumna ‘10’ en la ESO. En el verano de cuarto se enamoró locamente de Juan, un alumno de otro centro que vino al nuestro a hacer el bachillerato con ella. Siempre juntos. Totalmente ausentes en clase. Muchas faltas de asistencia. Las notas del primer trimestre caen estrepitosamente. Los padres de Ana, después de largas conversaciones con la tutora y psicólogo, se la llevan a un colegio privado. Juan suspendió el curso y también abandonó nuestro centro. Un ejemplo negativo.

Mario, un alumno inteligente, impuntual y vago. Cada mañana le tenía que llamar la atención por llegar tarde. Un día llegó puntual con Sara. Se esperaban a la salida. Jamás volvió a llegar tarde. Su amor les ayudó a superarse. Las notas fueron subiendo. En el viaje a Italia me confesaron su pacto de trabajo. Un ejemplo positivo. Notas excelentes en segundo de bachillerato. Aún puedo sentir su abrazo de agradecimiento en su fiesta de graduación.

Jaime hoy ya es médico, me lo dijo este año cuando paseaba por Ordoño con su pareja, una guapa muchacha moldava. La conoció en Pisa, en el viaje de estudios de primero de bachillerato. Ya estábamos todos en el autobús, los cien compañeros del grupo y faltaba Jaime. Volví a buscarle a la torre de Pisa. Allí estaba con la moldava en una terraza. Me pidió perdón por perder la noción del tiempo y por no perder la ocasión de conocer y conquistar a la mujer de su vida.

Pedro y Silvia eran amigos en el colegio de primaria. Sus padres me pidieron que estuvieran juntos en la misma clase. Dos alumnos excelentes y siempre juntos, desde que entraban hasta que salían del instituto. Notas de sobresaliente, generosos con sus compañeros y siempre con la sonrisa en los labios. Brillantes carreras y magníficos puestos de trabajo. Ya tienen más de cuarenta años y esta semana santa los vi del brazo por la calle. ¡El amor es un sentimiento maravilloso!
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