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Al amor de los libros

17/04/2024
 Actualizado a 17/04/2024
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El libro es una de las herramientas culturales más decisivas del ser humano. Tuvo un momento decisivo de afianzamiento y consolidación con la invención de la imprenta en el siglo XV. Y el libro impreso creó la figura del lector, que es una de las figuras humanas producto de los tiempos modernos y, por ende, de la modernidad, que, en épocas anteriores, no existía.

La fabricación del papel y la invención de la imprenta fueron los dos requisitos para que existiera el libro, tal y como hoy lo conocemos. En el presente, en que estamos asistiendo, querámoslo o no, al fin de la época moderna y al nacimiento de otra nueva, cuyos rasgos aún no percibimos del todo, aunque, en principio, parece marcada por lo digital, en este presente –decíamos–, el libro impreso y en papel parece que está resistiendo los embates y apocalipsis de esa digitalización que está arrasando con todo, hasta con esa cultura de la presencia que ha marcado nuestras vidas.

Cuenta León con buenas librerías en general, tanto del libro nuevo, como de viejo o de lance. Este último mercado (nutrido por esa minoría de buscadores de buenos y raros libros, de primeras ediciones, de libros desaparecidos y difíciles de adquirir), se complementa con el rastro, tanto el de los sábados en la calle de Fernández Cadórniga, como el de los domingos en Papalaguinda.

En cuanto a las librerías de nuevo, no nos podemos quejar; en unas u otras, podemos dar, quienes seguimos la aventura literaria, con las novedades que van apareciendo año a año en nuestro país. Ahora, tendríamos que recordar a Paco, de la librería Alejandría, que, con su jubilación, traspasa una que podríamos denominar como librería de autor; sería deseable que caiga en otras manos tan entusiastas y entendidas como las de este librero.

León, además, cuenta con muy buenos editores. Aparte de la edición institucional (de la universidad, diputación, centros de estudios maragato y berciano…), habría que recordar la figura, tan entrañable y querida, del llorado Vicente Pastor, en Edilesa; u, hoy, la del no menos entrañable y querido Héctor Escobar, en las prolíficas Eolas; las de José Antonio Martínez Reñones, en Lobo Sapiens; o las de Cristina y Jesús Palmero (tan entrañables y queridos también), en Marciano Sonoro. Y acaso olvide alguna otra aventura editorial. Que se me perdone, si así fuera.

A ello, habría que añadir los estudios de la edición de libros en León, que bucean en la memoria de la producción libresca impresa en nuestra ciudad y provincia. Una obra pionera en tal sentido es la titulada ‘La imprenta en León (Apuntes para una monografía)’ (Imprenta de Maximino A. Miñón, León, 1902), de Clemente Bravo Guarida.

A la que sigue el reciente proyecto investigador de J. C. Santoyo, titulado ‘La imprenta en León 1521-1900. Datos para la historia del patrimonio bibliográfico leonés’, que ya cuenta con varios volúmenes, editados por la Universidad de León, y que es una importante contribución sobre tal patrimonio en nuestra ciudad y provincia.

Ahora, cuando se acerca la celebración del día del libro, bueno es que recordemos la presencia en nuestra tierra de esta importantísima herramienta cultural y de la creación y el saber.

Creemos que goza de buena salud. Lo que hace falta es más público, son más lectores y, dentro de estos últimos, de jóvenes, niños y adolescentes.

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