miguel-soto.jpg

Alergologuines

25/05/2025
 Actualizado a 25/05/2025
Guardar

Por rimar y traer a colación al bigotes Sazatornil (y poder reivindicar a rebufo de una lista de grandes películas españolas de El País aquella línea de diálogo imperial que decía «yo, apolítico, de derechas de toda la vida») constato que, un año más, con los calorres de estas fechas empieza la orquesta estornudil. Y los alergologuines se lanzan al receteo de pastillas como si fuesen personajes de Bret Easton Ellis. En la cafetería: tómate un Evastel. En el pasillo: Xazal, pruébalo, es cojonudo. En mi reducto: creo que Aerius es el tuyo.

Lo cierto es que hace veinticinco años que no tomo ninguna píldora para la alergia por una mezcla de pereza y de prejuicio causado entonces cuando no me funcionaban. Conque gasto pañuelo como un descosido. Pero antes o después me inclinaré por algún tratamiento -que sea la  ciencia la que se pelee con la miserias corporales- ya que tanto alergologuín no puede estar equivocado, estas medicaciones han debido de mejorar un huevo. 

Tengo otros indicios para la esperanza contra los excesos injustificados de inmunoglobulinas. A un amiguín mío con exótica alergia a proteína de algunos alimentos le van a empezar a poner una vacuna que le protegerá en plan defensa pasiva. Y todo eso gracias al sudor intelectual de legiones de investigadores centrados en las enfermedades autoinmunes (entre las que se encuentran las alergias), maldición muy del primer mundo que nos atiza a millones de personas.

Uno de los sitios donde más curro en este sentido se ha hecho en las últimas décadas es en la Harvard Medical School, organismo de excelencia gracias a estar nutrido en gran parte de brillantes científicos nacidos en todos los rincones del mundo (León también, bebés) llegados a Boston para estrujarse el cerebro mientras los demás, como decía Pilar, la abuela materna de mi hija, parasitamos el progreso que nos aportan. Ahora aquella universidad está resistiendo con uñas y dientes para poder seguir acogiendo esas mentes preclaras, contra ciertas instrucciones federales. 

Sobre que la ciencia seguirá avanzando, en esta como en otras cuestiones, no me cabe la menor duda. Otra cosa es dónde lo haga, pero si no es Massachusetts será en Cataluña, Baviera o Liguria, que inmunólogos, alergólogos y alergologuines tendrán su sitio. 

Lo más leído