17/07/2023
 Actualizado a 17/07/2023
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Que la historia se repite es un mantra que, a estas alturas, casi nadie, ni los negacionistas más recalcitrantes, pone en duda. Lo hemos visto estos días cuando las tropas mercenarias del grupo Wagner, que peleaban en Ucrania y a favor de Rusia, se revelan y se vuelven contra la mano que les suministra y avanzan hacia Moscú, sin encontrar impedimento alguno.

Pero los tiempos cambian, y lo que parecía iba a ser un remedo de la hazaña del general Julio César cuando, después de conquistar para Roma toda Francia, Alemania e Inglaterra, decide volverse contra Pompeyo (el Putin del Imperio) y llega al arroyo Rubicón y dice la famosa frase: ‘Alea jacta est’ (Todo está decidido) arengando a sus tropas: «Marchamos allá donde nos llevan los signos de los dioses». Es en ese momento cuando cambia la historia y el general Yeugueny Prigozhin, en lugar de la llamada divina oye sonar su teléfono y escucha la voz del bielorruso que le dice: detente. Y la convence de que se dé la vuelta, que evite derramamientos de sangre, que no arremeta contra el común amigo Putin, que, si quiere, él y sus legionarios pueden acogerse a Bielorrusia, donde se les tratará con el debido respeto y se les facilitará un empleo digno y tranquilo.

¿Qué es lo que ha cambiado desde el año 59 a.C. hasta nuestros días? ¿La ambición? ¿El arrojo? Lo que ha cambiado es el chantaje, que entonces no existía. Así como César, con cinco legiones a su mando, contra ninguna en Roma, tuvo claro que ‘estaba haciendo el tonto’ pasando peligros y fatigas para enriquecer el poderío de Pompeyo a cambio de él ir envejeciendo por esos mundos salvajes y desconocidos llenos de peligros pudiendo dar el golpe de su vida y pasar a la historia como uno de los hombres más poderosos, lo de Prigozhin no estaba tan claro. A Prigozhin, como a tantos de nuestro tiempo, le faltó altura de miras. Y un Rubicón. Y una frase como la de Cesar que, entera, dice: «Marchamos allí donde nos llaman los signos de los dioses y la iniquidad de los enemigos». ¡Así, cualquiera!

Lo que faltan ahora son dioses. Y tal vez la iniquidad de los enemigos, que ni siquiera para eso sirven, entretenidos como están en cultivar el cuerpo en vez el espíritu. Porque Pompeyo cayó enseguida. Pero Putin, endiosado, por primera vez se ha dignado bajar de su Olimpo y estrechar la mano de sus súbditos. Y uno se pregunta: ¿Cuál de los dos, César o Prigozhin, ha conseguido una mayor conquista? ‘Alea jacta est’ de todas formas.
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