marta-del-riego-webb.jpg

Alcaldes sin alma

05/09/2025
 Actualizado a 05/09/2025
Guardar

Estos días he hablado con varios alcaldes de nuestras comarcas quemadas. He hablado con alcaldes que se han chamuscado las pestañas luchando hombro con hombro con sus vecinos para apagar el fuego. Que han llamado a todo el mundo, que han pedido ayuda. Que han estado en primera línea. He hablado con alcaldes a quienes se les han calcinado cosechas y se han quedado sin pastos para el ganado. He hablado con alcaldes que me miraban con gravedad y se preguntaban qué va ser de su gente. Porque detrás de cada hectárea calcinada hay un pueblo que se vacía un poco más. 

También he hablado con alcaldes que se mostraban tibios. Que ayudaban lo que podían, pero se escondían. Que tenían miedo del pueblo. Que tenían miedo de los políticos. Que tenían miedo del qué dirán. Que tenían miedo de moverse un paso a la derecha o a la izquierda fuera de su baldosa de alcalde jefe de todo. Que ponían a sus funcionarios como escudo: no, no os podemos dejar una tarima ni un altavoz para que gritéis al mundo, nuestra zona se quema y esto es una injusticia; no, no es podemos dejar un local para reuniros como asociación de afectados. ¿Por qué? Porque hacerlo sería politizar (dicen). Porque lo que está dentro del Ayuntamiento pertenece al alcalde, pertenece al partido del alcalde, no a todos los ciudadanos (deben de pensar). 

He hablado con alcaldes que sonríen cuando van a ver los políticos-jefes. Alcaldes que no saben poner el gesto adusto del duelo. Alcaldes que no saben que cuando se queman 31.000 hectáreas a su alrededor, cuando se queman cosechas, pastos, ganado, casas, recuerdos, no se puede sonreír. Que cuando mueren dos jóvenes entre las llamas, no se puede sonreír. Alcaldes que nunca aprendieron lo que es el duelo. El duelo de valles enteros. El duelo de las familias. Alcaldes que no tuvieron el valor de vestir al Ayuntamiento de duelo, de poner una bandera negra y decretar que hemos de homenajear a nuestros muertos y a lo que hemos perdido en el fuego. 

Los gestos son importantes. Y más para un político. No digamos para un ser humano, conciudadano y habitante de estos valles quemados. Los gestos son lo que nos queda ahora. El gesto adusto del duelo. Las sonrisas son para carnaval. 

Tenemos mucho por lo que pelear ahora, tenemos que sacar adelante todo un mundo rural que está al borde de abismo. Tenemos que luchar juntos. Necesitamos un alcalde que luche con nosotros. Que pida a quien tenga que pedir, que organice, que movilice, que crea en nuestra tierra, que meta las manos en las cenizas. Que se una con nosotros en una facendera. Pero para eso, primero tiene que sentir el duelo. 

He hablado con alcaldes que parece que no tienen alma.

Lo más leído