16/09/2023
 Actualizado a 16/09/2023
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Está previsto que a partir del próximo 1 de enero León cuente con una zona de bajas emisiones en la que se impondrán restricciones de circulación a un buen número de vehículos. ¿Cuántos? Según la OCU a unos 100.000 en la provincia, es decir, a casi el 40% de la flota. Nuestro Ayuntamiento se ha gastado de momento 2 millones de euros en contratar el sistema de control y señalización. Y yo me pregunto ¿se puede saber qué demonios le pasa al aire de León que justifique este disparate?

La respuesta es evidente: al aire de León, que usted y yo respiramos cada día, no le pasa absolutamente nada, no hay nadie que haya dicho lo contrario, ni existe estudio alguno que relacione el tráfico en nuestra ciudad con las patologías respiratorias de los leoneses. En todo caso, la calidad del aire de León es exactamente la misma de la que disfrutaremos tras la implantación de la medida, y si alguien se molesta en medirla estoy dispuesto a apostarme unas patatas de Blas (en la calle Sampiro, por supuesto) a que así es.

¿Cómo es posible entonces que los leoneses toleremos en borreguil silencio semejante atropello?

La justificación que dan los políticos es que la cosa viene de Europa, y que es obligatoria para todos los municipios de más de 50.000 habitantes. De modo que porque a unos pisaverdes de Bruselas se les encendió la bombilla en alguna cena de a 300 euros el cubierto, el repartidor que se gana la vida con su C15 del año 90 tiene que tirarla y comprarse un Tesla, o al menos tiene que ver cómo su Ayuntamiento se gasta su dinero en sandeces para complicarle la vida.

Pero no es este el único camino. Tras las montañas cantábricas que dieron cobijo a Pelayo frente al moro invasor se organiza también la resistencia contra el despropósito europeo de las zonas de bajas de emisiones. Así parece desprenderse de las declaraciones que esta misma semana ha hecho al respecto el concejal de movilidad sostenible del Ayuntamiento de Santander, sobre la base de que la calidad del aire de su ciudad es estupenda: «No podemos ir a ciegas causando problemas a las personas si no sabemos que esos problemas van a derivar en algo».

Es la frase con más sentido común que he oído desde que aquel niño dijo que al emperador estaba desnudo.

 

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