22/03/2023
 Actualizado a 22/03/2023
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Hay sueños que nunca podré ver cumplidos. No me engaño. Nunca podrá entrevistarme ya Jesús Quintero. Me pregunto qué estrategia es mejor, la de tener solamente unos pocos, tal vez uno, y centrar todo esfuerzo en ellos o aprender de la madre Naturaleza que derrocha semillas en vientos y suelos sin importarle que la inmensa mayoría de ellas no lleguen a prender, pero asegurando así, con esta aparente prodigalidad, el triunfo de la vida donde debe.

Volvamos a Quintero, a la noche en la que entrevistó a Antonio Escohotado. Debía hacer frío en el estudio porque Antonio no se quitó el anorak que llevaba. Respondía lento y con voz grave. Jesús preguntaba más lento y con sonrisa. ¿Antonio, qué es lo que no soportas? Antonio piensa un instante, pero no duda, lo tiene claro: «No soporto las aglomeraciones». Rotundo. «El hecho de que todo el mundo vaya al mismo sitio al mismo tiempo». Define.

Dejemos los sueños incumplidos y demos un paseo por las pesadillas. Imaginen millones de diminutas astillitas de madera, bien encoladas y sometidas a la suficiente presión para convertirlas en tabla. Cajón de pino, madera de tabla. Aglomerado. Qué pesadilla horrible. Yo tampoco soporto las aglomeraciones, por eso como antes de la hora, para salir antes de que todos salgan, vayan al mismo sitio. Evito las aglomeraciones. Qué horror de pesadilla acabar convertido en una tabla. Me dirán, queridos lectores, que no somos astillas, que somos personas. Y yo les digo, no se confíen creyendo que no somos pinochos de madera porque también pueden hacer aglomerado con nosotros. Tan sencillo como juntar a muchos, hacernos pasar al mismo tiempo por un cuello de botella y aplicarnos la presión de un par de furgonetas de la Policía haciendo un control, con fusiles y pinchos para las ruedas.

Así me sentí ayer, astillita, tabla, aglomerado, quiero decir, dejando a un lado las metáforas, poco más que una mierda. En 32 años que llevo volviendo a Madrid nunca había visto un control policial a la vuelta de un puente, tan mal pensado, con tan mala idea. Quiero creer que alguna alerta los movió ello, aun así, por mucha amenaza terrorista o muy buscado que estuviera el delincuente, hay otras maneras menos invasivas, menos dolosas para con los buenos. No le veo sentido, francamente, salvo que sea una de esas vacunas de recuerdo para que no olvidemos que pueden hacer de nosotros aglomerado cuando quieran.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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