No hay manera. Se ha puesto de moda, no sé si como signo de progresía o de esnobismo, comunicar a tiempo y a destiempo, nos lo pregunten o no, que no nos gusta el tiempo de Navidad: nos pone nostálgicos, incómodos o rebeldes. ¿Razones? De lo más peregrinas: que si los saludos de estos días son de cartón piedra, que si hacen aflorar recuerdos dolorosos o incómodos, que si es contagiarse de un borreguismo romántico y vacuo, que si es rendir tributo a la estulta dictadura del ‘buenismo’, que si ya está bien de bailar al son que marquen las seis mil marcas comerciales o los cuatro trogloditas que quedan como residuo del nacional-catolicismo... No habrá que quitarles toda la razón de un plumazo ni entrar en debates que solo llevarán a enconar posiciones, pero tampoco tragar por que impongan el criterio de que eso de que «todo el mundo es bueno» es pura filfa.
Respetemos su actitud, porque no debemos negar la pluralidad de opiniones, por eso de que hay «tantas cabezas como sentencias». Pero no parece de recibo que exista quien se moleste porque en su entorno, en estos días, alguien le trate con amabilidad no acostumbrada y le manifieste sus mejores deseos. No hay razones que valgan para justificar posturas de cardo borriquero, de cenizo social o de agitador de cepillos rascones.
Pero no lancemos sacudidas a diestro y siniestro con la ‘cigua’ que espanta aojamientos. El mejor amuleto que pone en fuga a los catastrofistas, ariscos y gruñones es el antídoto de las buenas noticias y de los nobles gestos. Como son los mismos saludos de estos días, cordiales y sin careta. ¿Convencionales? Sí, si quieren, pero nos vale como consuelo y esperanza eso de que «nunca es tarde...». Como la entrega de la Medalla de Oro de la provincia a Asprona por su obra social de cincuenta años en favor de los discapacitados psíquicos. Como la campaña generosa y cantarina de la Asociación Belenista Leonesa que en estos días desparrama a voleo villancicos, belenes y celebraciones.
Como la satisfacción serena del obispo asturicense Camilo Lorenzo, no tanto por estrenar ayer una calle a su nombre en Ponferrada, como por ordenar hoy de diácono a un seminarista que emboca ya el sacerdocio. Como que el obispo de León, Julián López, comparta Eucaristía en la tarde de la Nochebuena con los internos de la cárcel de Mansilla. Como que el calendario nos permita acoger de nuevo el regalo del descenso de la paz sobre los hombres de buena voluntad. Incluidos los lectores. Por ellos va el brindis navideño.

Agitadores de cepillos rascones
21/12/2014
Actualizado a
18/09/2019
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