marfte-redondo-2.jpg

Adiós, Nonino

26/04/2025
 Actualizado a 26/04/2025
Guardar

Flores, es un barrio del oeste de Buenos Aires, uno de esos "barrios plateados por la luna" donde de vez en cuando se escuchan melodías de arrabal. En una esquinita de  la que emerge una plazoletina en forma triangular, si cierras los ojos, podrás imaginar la algarabía de los niños que ondula en el ambiente como “rumores de milonga”.

Uno de ellos, Jorge, aquel que corre, un futbolista  empedernido, corretea detrás de la pelota,  soñando tal vez formar  parte algún día de la alineación del San Lorenzo. Poco imagina el futuro que Dios le tiene preparado. 

Jorge Mario Bergoglio, Papa Francisco. Por su cercanía y humanidad y por ese carácter bonachón y mirada tierna consiguió  conquistarnos  aquel célebre 13 de marzo de 2013 en que desde el Balcón de la Basílica del Vaticano humildemente, tras conocerse la noticia, casi susurró con esa humildad que ha caracterizado su Pontificado: "Recen por mí".  

Desde  el principio el Papa Francisco fue  un hombre de gestos y de obras, que se resistió a doblegarse completamente a una marasma  de protocolos, para él, un tanto paralizante. 

El Papa de los pobres, que instituyó para ellos una Jornada Mundial, el de los migrantes, que reprochó al todopoderoso Trump el uso indiscriminado de las concertinas. El Papa del  pueblo, con el que le gustaba  fundirse. El Papa de la ecología, cuya primera encíclica enteramente escrita por él, “Laudato Sí”, exhortaba al cuidado de la casa común, invitando a volver la mirada a la naturaleza para cuidarla, amarla y preservarla, un auténtico “Cántico a las criaturas”,  emulando a San Francisco de Asís, de quién tomó el nombre.

De  vez en cuando realizaba  salidas que nunca pasaban  desapercibidas,  a la tienda de discos Stereosound, a pocos pasos del Panteón. Allí , compraba  vinilos  de música clásica. Reunió  una  colección de más de dos mil discos compactos.  Tenía  especial predilección por Mozart y Bach. Los gospels de Elvis Presley y las desgarradoras notas de Edith Piaf.  Aunque, cómo no, suspiraba  por los tangos, ese género arrabalero tan unido al pueblo argentino como el propio Papa. Carlos  Gardel, y por supuesto, Astor Piazzola. Cuentan que el más bello tango escrito por Astor, fue una elegía musical que compuso por la muerte de su padre en accidente de tráfico. Se encerró, tras enterarse, y comenzó a mecer su corazón hasta que logró arrancarse las penas a golpe  de un bandoneón que alumbró esta canción: Adiós, Nonino. Así llamaban al  padre de Astor. Nosotros hemos perdido a nuestro Papa, papá. O al menos así lo sentí, y hasta confieso,  derramé unas cuantas lágrimas. Me hubiera gustado mandarte  un buen ramo de madreselvas en flor. Porteño  querido. Cuánto bien hiciste. “¿Sabés? Vos  sos   un gran tipo”. 

Tienen suerte allá arriba.

 

Archivado en
Lo más leído