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Adiós al absolutismo

28/05/2015
 Actualizado a 19/09/2019
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Mientras esperaba a que la charcutera cortara cuarto y mitad de jamón cocido para una mujer que rondaba los 60, pelo corto y carne gruesa; caí en la cuenta: la política está de moda. Los chascarrillos a la cola del supermercado o en el bar con el pincho de tortilla –que no falte– han cambiado el repertorio de la sección de variedades por las páginas electorales de los periódicos. Y en eso, digo yo, algo tendrán que ver las buenas nuevas.

Los resultados de las elecciones municipales y autonómicas son agridulces. Muy pocos han conseguido lo que querían y a la mayoría le tocará bajarse los pantalones o, por lo menos, poner cara de niño bueno si quiere conseguir un pedazo del pastel. El ejemplo más esperpéntico es el de Esperanza Aguirre dispuesta a dar la mano a su más acérrimo enemigo con tal de que los ‘radicales’ no tengan la voz cantante en el Ayuntamiento de Madrid. ¿Por qué tiene que gobernar la extrema izquierda?, se preguntaba. Y la respuesta es bien sencilla: señora, porque así lo han querido los madrileños.

Sentimentalismos a un lado, la lectura del 24-M es a todas luces la alegre derrota de los absolutismos. Ni siquiera Herrera, aunque estuvo a punto, logró revalidar la mayoría absoluta para el Partido Popular en Castilla y León. Si bien es cierto que en los garitos ya se empieza escuchar que los partidos tradicionales están tocados pero no hundidos y que ¡ojo! porque el bipartidismo es ahora cuatripartidismo; no lo es menos que a una que le importan un pito los ismos le alegra que la política recupere el diálogo, que dirigentes como Herrera ejerciten la autocrítica aunque sea para echarle la culpa al jefe y que en la calle se hable de los problemas que afectan a la mayoría.
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