Yo, aunque no fui a Sol, estoy indignada. Mis oídos no soportan más palabras vacías y frases hechas. Estoy harta de la demagogia, de que me traten como si no supiera pensar por mí misma; de que me manipulen, lo siento mucho, los medios de comunicación.
No empecé a estar indignada el 15-M. Mi indignación comenzó muchos años atrás. Mi enfado viene de ver cómo se ha despilfarrado en este país, de cómo se han mofado de los ciudadanos, de cómo han hecho lo que les ha dado la real gana, unos y otros. De haber nombrado a España el cortijo de muchos.
Me indigno a diario al ver que el honrado no puede nunca proliferar, y el que engaña, corrompe y juega sucio está en lo más alto. Estoy cansada de los pocos controles que hay para unos y las inquebrantables fronteras que encuentran otros. No puedo más con los enchufes a personas incompetentes, mientras otros huyen del país o se consumen en un sofá dentro de él. Me crispa la falsedad de los ‘pijipogres’ como Bardem. Me indigna ver cómo a un imberbe, sin preparación, sin idiomas, llamado Francisco Nicolás le abren las puertas a todos los niveles teniendo como llave un currículum vitae de selfies, mientras la larga trayectoria académica y profesional de miles de jóvenes duermen sin consuelo en los cajones de multitud de empresas.
Estoy indignada con todos, sean del color que sean. Me ha cegado el arcoíris de corrupción que dibujan. Se han reído en nuestra cara desde hace mucho más de cuatro años. Estoy indignadísima, además, porque no entiendo quién le ha dado a ninguna coleta prepotente con eslogan yanqui, y de discurso fácil, la legitimidad para ser el abanderado de la indignación. No soy una antisistema, y me gusta la pluralidad del Congreso. Estén a la altura de lo que han liado. Nosotros ya hemos votado.
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