Va a ser verdad eso de que la Navidad es mágica. Y es que todos nos volvemos solidarios y donamos comida, juguetes y ropa para aquellos que más lo necesitan. Pero en el fondo, somos nosotros quienesnecesitamos sentirnos bien con nosotros mismos. Se trata de un acto also que nos lleva a ser generosos en estas fechas aunque el resto del año no nos molestemos ni en donar ni un solo céntimo a alguna ONG.
Friedrich Nietzsche tenía razón cuando decía que no hay nada más hipócrita que la eliminación de la hipocresía. Esto es exactamente lo que hacemos en estos tiempos. Fingimos ser lo que no somos para quedar bien ante gente que ni siquiera nos importa y, lo que es peor, para engañarnos a nosotros mismos. Lo único que queremos es aparentar sin que se note que estamos fingiendo. Esta obligación de que todo sea perfecto no es algo natural, sino que viene impuesta desde el sistema capitalista que nos fuerza a ser felices a cambio de objetos materiales a los que llamamos regalos. De la misma manera que la palabra verano para muchos implica vacaciones, la Navidad implica consumismo.
Es la presión de los anuncios publicitarios la que nos hace sentir mal si quedan dos días para el 25 de diciembre y todavía no tenemos nada comprado. ¿Por qué tenemos que desesperarnos por el simple hecho de no comprar? Porque nos han hecho creer que el acto de comprar y regalar equivale a la felicidad. Y ser feliz es lo que todo el mundo espera de ti en Navidad. No se puede estar triste delante de una mesa llena de manjares exquisitos con los que se alimentarían a 3 familias.
No tengo nada en contra de aquellos a quien todo esto le produce una verdadera felicidad. Que cada uno la encuentre en lo que quiera, sólo faltaría. Lo único que pido es un poco de coherencia.
Lo más leído