Como el amor, la flor de las nieves espera en algún lugar recóndito y prácticamente inaccesible a que alguien la descubra para llevársela a casa. Aunque son tantos los que la persiguen, que corre el riesgo de extinguirse y ha tenido que ser declarada especie protegida. Se llama Edelweiss y su nombre científico es Leontopodium alpinum, proviene del griego y significa ‘pie de león de los Alpes’. Su aparente fragilidad solo es un espejismo tras el que se oculta una flor increíblemente resistente, capaz de sobrevivir a más de 3.000 metros de altitud y soportar las temperaturas extremas de las montañas alpinas.
La flor del Edelweiss vive camuflada. Se esconde bajo la apariencia de una sola flor, cuando en realidad es un conjunto de diminutas florecillas que han evolucionado y crecen agrupadas para sobrevivir. Los elementos centrales de color amarillo son capítulos donde se agrupan flores tanto de género masculino como femenino, y lo que parecen pétalos blancos en realidad son brácteas, estructuras que la protegen durante su desarrollo. Su belleza y fortaleza han alimentado muchas leyendas que hablan sobre ella.
Una de ellas cuenta que una noche, una estrella le confesó a la Luna que sentía envidia de todo aquello que vivía en la Tierra y que deseaba abandonar el firmamento para convertirse en flor. En consecuencia, la Luna, despechada y enfadada, decidió vengarse enviándola a una de las montañas más altas de la tierra. Allí, la afortunada estrella, bañada por el manto blanco de la nieve, se transformó en una de las flores más bellas, de pétalos del color de la luna. Lo que no sabía es que finalmente estaría siempre sola, casi imperceptible para la gente, en lo más alto de las montañas.
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