La RAE define la depresión como un síndrome que se caracteriza por una profunda tristeza y por la inhibición de las funciones psíquicas. Según un informe de la OMS, la depresión es un enfermedad frecuente en todo el mundo que afecta a unas 350 millones de personas, el 5,2% de la población.
A sabiendas de estos datos, con unas cifras tan elevadas esta enfermedad sigue pasando desapercibida en la sociedad y en algunos extremos es todavía un tema tabú. Algunas personas no hablan de esta enfermedad que sufren por el que dirán o pensarán los demás. Este grupo en concreto se esconde bajo el miedo. «El hombre que tiene miedo sin peligro inventa el peligro para justificar su miedo», decía el filósofo francés Émile Chartier.
La depresión es persistente, pero tiende a mostrar puntos álgidos en episodios puntuales en la persona que lo sufre. Siendo así esta enfermedad puede no percibirse por los demás, ya que el individuo puede no mostrar síntomas a las otras personas. De hecho puede incluso transmitir otros signos contrarios ligados a la felicidad y alegría. Se puede perfectamente estar todo el día sonriendo a los demás y mostrarse alegre con una gran sonrisa. El sonreír no es un antónimo de la depresión.
Este trastorno altera el estado de ánimo del que lo padece. Una persona con depresión puede perfectamente estar feliz y sentirse de verdad así durante un período, hasta que al igual que un corcho que hundimos en el agua, vuelve a surgir a la superficie cuando lo dejamos.
Un primer paso para combatir esto debería ser hablar abiertamente de la depresión sin juzgar e intentar ayudar a la otra persona. Pero no debemos intentar cambiar a los demás, tan solo podemos amarlos.
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