Todos recordamos los textos de las primeras campañas de las autoridades sanitarias contra el hábito de fumar tabaco, impresos en la propia cajetilla, y cuyo eslogan principal era: «Fumar puede matar».
Pasados unos años, se dieron cuenta de que dicho eslogan no era suficientemente contundente, ya que se estaba enviando a los fumadores el mensaje de que, como consecuencia de su adicción, podían morir o no; eso siempre dependía.
Y lo sustituyeron por el actual: «Fumar mata».
Sin embargo, para los profesionales de la sanidad, apenas hay diferencias entre ambos lemas.
Por ejemplo, el último, «Fumar mata», es similar a un concepto jurídico indeterminado: no se sabe bien a quién mata; si a los pájaros, a las ratas, a las abejas... Porque parece que es a los otros a quien mata, no a uno mismo.
Yo he visto morir a numerosos enfermos a causa del daño producido en sus principales órganos por las sustancias generadas en la combustión del tabaco a lo largo de los años.
Unos de EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica), otros por un ACVA (Accidente Cerebro Vascular Agudo), y no pocos debido a un IAM (Infarto Agudo de Miocardio).
Fueron muertes que acabaron con la vida de personas concretas, con nombre y apellidos; con familia y amigos. Como ocurre con las víctimas de los accidentes de tráfico.
Por eso quisiera motivar desde aquí a las autoridades sanitarias españolas y europeas para que sustituyan, una vez más, la advertencia a la población del peligro que fumar tabaco representa para la salud, el engañoso «Fumar mata», por esta otra más ajustada a la realidad: «Fumar te mata».
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