He leído recientemente que los jóvenes que se interesan por el cine y el audiovisual cada vez tienen un desconocimiento mayor de lo que es el cine clásico.
Habla usted sobre Kubrick y Hitchcock. Estos aún son cineastas muy conocidos y populares, pero hay otros que los jóvenes desconocen como pueden ser un Mankiewicz, un Vidor o un Henry King, y esto solo por mencionar a cineastas americanos del Hollywood dorado.
Yo, como cortometrajista y cinéfilo, he conocido a muchos jóvenes aficionados al cine que rehuían o simplemente despreciaban películas clásicas en blanco y negro, y ya no digamos las mudas, todo por puro prejuicio de que «tienen que ser un rollo», según palabras textuales de algunos de ellos.
A alguno de ellos he conseguido asombrar con joyas del mudo como ‘Y el mundo marcha’, de Vidor, ‘La caída de la casa Usher’ de Jean Epstein o el ‘Tabú’ de Murnau. Y ellos darse cuenta de la extraordinaria modernidad de estas películas de hace más de 80 años, muchas veces más modernas y avanzadas que cualquier serie actual.
Pero requiere de una pedagogía insistente animar a estos jóvenes a consumir cine clásico, un cine que muchos aficionados al cine de las nuevas generaciones tilda de «viejo», con total prejuicio y desconocimiento.
Tan solo tenemos que ver como en la actual televisión, con tantos canales, no dan nada de cine clásico, cuando en nuestra época infantil, y en los 80, con tan solo dos canales, emitían ciclos enteros dedicados a tal o cual director, y en las sobremesas de los sábados y domingos los niños veíamos las películas de Chaplin, Keaton o Harold Lloyd.
En las escuelas de cine yo he visto a jóvenes que desconocen quién fue Griffith y que creen que el cine empezó con Scorsese o Spielberg.
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