Hace más de cincuenta años que paso parte del mes de agosto en Lugán. Es el origen de mi familia paterna y se ha convertido en uno de los lugares favoritos para nosotros y para tantos que pasan aquí parte de sus vacaciones. Recuerdo cuando se instaló el teléfono fijo, al principio uno de uso público, y en este verano de 2022 casi lo echamos de menos. Aquel nos permitía comunicarnos con la familia, los amigos, el médico, el restaurante o la casa rural para una reserva, el museo para una entrada… Hoy casi todos tenemos teléfonos y ordenadores con última tecnología, pero aquí no sirven de nada.
Cada verano esperamos llegar y encontrar una cobertura digna. Poder enviar un mensaje de Whatsapp sin que quede pendiente de envío durante horas, enviar una foto a un amigo que le llegue antes de que salgamos a la carretera en el camino de vuelta, consultar en Google un lugar del entorno para visitar, recibir un correo electrónico de una compañera de trabajo que se quedó sustituyéndonos (que quizá le llegara antes una carta por correo postal), acceder a información, la prensa o noticias en internet resulta desalentador, o simplemente hablar por teléfono móvil sin problemas.
No somos veraneantes pijos, ni extraños en nuestro pueblo familiar.
Pero además, esta falta de cobertura de redes de telefonía general persiste todo el año para perjuicio de los que aquí viven o pasan largas temporadas.
La dificultad de las comunicaciones es un elemento de gran inseguridad y propicia aún más el abandono (físico y emocional) de este lugar.
Queremos seguir viniendo cada verano. Queremos que quien vive aquí, disponga de redes de comunicación dignas del año 2022.
Pedimos, a quien corresponda, un poco de atención y un mínimo de conexión.
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