Mi nombre no importa, pero creo que mi edad sí, principalmente por mis viviencias y mi experiencia. Tengo 47 años, a punto de cumplir 48. Me considero una persona muy honesta, entre otras cosas. El motivo de que diga lo que pienso es porque llevo toda mi vida intentando hacer lo correcto, y llega un momento en que las cosas no te van como desearías y todo se vuelve en tu contra. No puedes pagar la hipoteca, tu hijo tiene que dejar de estudiar porque no le puedes pagar la matrícula y tampoco el transporte. Entonces es cuando empiezas a plantearte de qué ha servido estar toda mi vida haciendo lo correcto.
La Justicia y las personas que dirigen este país no se paran a pensar que la vida se vive solo una vez, que todos tenemos derecho a vivir con dignidad, con ilusión y con muchas ganas porque estamos de paso. Que no por el hecho de no poder pagar –porque realmente no puedes– tienes que pagarlo el resto de tu vida. Y no me refiero solo a lo económico sino también a, digámoslo de alguna manera, pasar vergüenza, tristeza.
¿Dónde está la protección que en principio debería tener el ciudadano que durante toda su vida ha cumplido con todas sus obligaciones honestamente? Yo solo pido vivir. Es simple y todos estaremos de acuerdo en que estoy en mi derecho de ser feliz. La deuda que tengo, como muchísimas personas en este país (por desgracia) es con los bancos y, aunque se ha intentado de todas las maneras, no ha sido posible llegar a ningún acuerdo.
A los que gracias a nosotros tienen, como se suele decir, la sartén por el mango, aunque sea con la ayuda y el esfuerzo, a base de mucho trabajo, de los ciudadanos: en esta época realmente triste para muchos deberían pensar que todos necesitamos vivir dignamente.
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