Siempre mi padre decía,
jugando con las palabras,
y pisando de puntillas:
«de los frailes Agustinos,
escucha lo que te digan».
Cuatro años de latines;
gramáticas, otros tantos;
nunca faltaron las mates...
así los cursos pasaron.
Finalizando estos años
ellos por mi decidieron
que yo allí bien no estaba
y vacaciones me dieron.
Entre tanto recibí
de mi casa una misiva,
muy rotunda... Como decía
mi padre:
«Créelo todo,
no averigües nada».
Qué disgusto me llevé
más mi padre dijo: ¡basta!
y me puso a trabajar
en lo que había en la casa
Créelo todo,
no averigües nada.
Ya llegando el otoño
me matriculé en aquellas
clases nocturnas que había
en la Escuela de Maestría
resultó de lo mejor...
Créelo todo,
no averigües nada.
En prácticas ocurrió
que el director de una
industria
que se decía Leche Aly
muy pronto me contrató.
Todo lo creí,
nada averigüé.