A la luz del cigarro voy al molino / si el cigarro se apaga, morena, me voy al río». Leoneses, entonábamos la emblemática canción, y se hacía el silencio. Surgía como el rodar de un carro lejano. Se instalaba en los oídos como el rumor del río. Iba creciendo como la procesión que avanza por la calleja, entre los balcones. El cigarro, los molinos, la presa, el rodezno, la molinera, todos ellos elementos ancestrales del recuerdo de una tierra abarrotada de ríos, presas y molinos. A la luz del cigarro, es para muchos leoneses, más que una canción un himno.
El canto llano leonés, semejante al ruso, admite de buena gana tanto al cantor solitario como al coro. Y no precisa de instrumentos, ni de percusión siquiera, tan solo la voz humana, que es la maravilla mayor. La lentitud del canto y su armonía van acarreando voces al par que sentimientos y todo confluye en ese torrente de ternura que parece venir de las estepas recubiertas por un manto de melancolía. «Si el cigarro se apaga, morena, me voy al río». ¡Hay tanta poesía en la canción¡ ¡Tanta tragedia!
Casi tanta como ‘Los segadores’ el himno catalán que se entonó dos veces el lunes, 6 de febrero, en las calles de Barcelona, camino del Palacio de Justicia desde la plaza de San Jaime, pasando bajo el Arco de Triunfo, con miles de separatistas acompañando al ínclito Arturo Mas y sus compinches, factores del famoso referéndum (ellos dicen consulta) del 9 N. Allí estaban 40.000 bocas cantando: «Ahora es hora, catalanes/ es hora de estar alerta / y si llega otra ocasión / afilad las herramientas» (traducción apresurada y libre).
A ellos este canto también les debe traer ancestrales recuerdos de una tierra abarrotada de ríos, presas y molinos y la que ahora creen secuestrada por una España maldita. Y, aunque no contenga tanto lirismo como el nuestro, no deja de ser un himno. Pero las diferencias hablan por sí solas. A no ser que las herramientas a las que se refieren sean aquellas a las que lo hace Salman Rushdie, en su última entrega titulada ‘Dos años, ocho meses y veintiocho noches’ que es el tiempo que duran las ‘Mil y una noches’.
Dice Rusdie que «la misma idea de la disputa es una herramienta para mejorar la mente; la más afilada de las herramientas, nacida del amor al conocimiento, es decir, de la Filosofía». La disputa es el diálogo, el razonamiento, la necesidad de aceptar que es el cigarro encendido el que nos conduce hacia el molino. Y, si el cigarro se apaga…

A la luz del cigarro
13/02/2017
Actualizado a
15/09/2019
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