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20 años del 11M

17/03/2024
 Actualizado a 17/03/2024
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El lunes pasado se cumplieron veinte años de los atentados de aquel once de marzo en Madrid. 

Toda esa muerte no sirvió de nada a quien la provocó pero los que la recordamos con dolor podemos hacer a partir de ella un ejercicio de reflexión de humanidad constructiva que contraste con el salvajismo despreciable de los otros. Pues hay tres hitos temporales en relación a esa fecha, y a todas las hermanadas con ella por el mismo dramático motivo, que presentan dilemas. 

El primero fueron los momentos inmediatamente posteriores a las explosiones. Mientras algunos nos enteramos de los hechos por televisión desde provincias lejanas, otros estaban allí al lado, en el otro andén, en la glorieta teniendo que enfrentarse al impulso de empezar a ayudar a tumba abierta o esperar a resguardo porque podría haber réplicas que provocasen más víctimas, más a los que ayudar, ellos mismos.  

El segundo bloque es el de los días, semanas o meses –a lo sumo– que vinieron después. Es un periodo en el que brota el dilema siempre vigente de si responder con toda la contundencia física de que un estado es capaz o contenerse. El corazón del ciudadano puede sentenciar que los individuos tienen el derecho moral de vengarse, pero los organismos democráticos tienen en su esencia que ha de ser la ley la que impere. Han de buscar la justicia respetando proporcionalidad, humanidad y distinción. Pero si se abre el foco temporal para estudiar las posibles consecuencias de actuar tibiamente se observa que, quizá, no frenar a un tirano o a un colectivo criminal puede comportar, a larga, más muertos directos o indirectos que una acción bélica decidida. Y no habrá respuesta sencilla. 

El tercer hito es aquel en que ya se puede considerar lo sucedido pasado. ¿Cómo hacer entonces el relato de la tragedia, desde el sufrimiento o desde la superación? En ello trabajan filólogos e historiadores de muchas universidades porque no es baladí cómo contarlo. Afortunados los que no estén intoxicados de odio y quieran pasar página pero muchos afectados necesitan la narración con un fin sanador. España fue golpeada en su mayor cruce de caminos, Atocha, y un poco más allá. Por eso, tan lícito es el recogimiento en todos los órdenes, como reclamar necesaria la centralidad de los elementos conmemorativos, porque veinte años después nuestras víctimas siguen presentes.

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