Con la Iglesia hemos topado. La institución que sirve al reino de Dios, le pone también una vela al señor terrenal del dinero. Jesús dijo que no se podían servir a dos señores, si levantara la cabeza y volviera otra vez de entre los muertos, echaría a los cobradores de tasas de sus templos. Desde los crupúsculos clericales no se deja de hacer apología del capital, insinuando a los fieles la necesidad imperativa de que echen monedas en el cepillo cuando vayan a misa. Alertan de que la financiación de las parroquias se fundamenta en su aportación en el cestillo. Parecen olvidarse de la distribución de la diócesis de la aportación tributaria al marcar la casilla de la Iglesia Católica en la declaración de la renta. Nos intentan someter a una doble imposición, actuando como esos cobradores de impuestos de la época evangélica, como un Mateo que se convirtió al cristianismo; ojalá ellos se conviertan también.
Estoy que trino con la ayuda de 11 millones de la Junta de Castilla y León a la restauración de la Catedral de León. Ojo, que me parece muy bien, lo que no me gusta es que me tomen el pelo. Desde hace unos cuantos años, acostumbran en los templos centenarios e icónicos de las ciudades a cobrar una entrada, en ocasiones simbólica como la Pulchra Leonina, y en otras, verdaderos sacrificios de sangre a los bolsillos de los fieles. Lo hacen en aras de mantener el legado ante la falta de ayudas públicas. Disculpen ustedes, pero a mí no me parece que el gobierno autonómico haya mirado hacia otro lado… Jesús dijo que había que poner la otra mejilla y algunos han entendido que había que echarle cara. Se debe restaurar una obra de arte majestuosa como nuestra Catedral, pero que no nos engañen con un victimismo para que colaboremos con un altruismo obligado, cuando siguen recibiendo ingresos públicos y aportaciones tributarias de los fieles.
Me estoy acordando de cuando estuve en Granada, una lluvia de primeros de otoño nos sorprendió en el mirador de San Nicolás, fuimos a resguardarnos en la iglesia que lleva el mismo nombre que el balcón granadino, y un responsable del templo nos advirtió que si no pagábamos no entrabamos. Todo un ejemplo del afán recaudatorio clerical mezclado con mala ‘follá’.