Nuevas invasiones en bicicleta

Los daneses Benjamin Riise y Jakob Normark rememoran la llegada de sus antepasados en el siglo X "pero sin pillaje ni saqueo", matizan

Mercedes Wanderlust
21/08/2018
 Actualizado a 13/09/2019
Jakob Normark y Benjamin Riise a su paso por la capital leonesa de camino a Santiago de Compostela. | MERCEDES WANDERLUST
Jakob Normark y Benjamin Riise a su paso por la capital leonesa de camino a Santiago de Compostela. | MERCEDES WANDERLUST
Los habitantes de Catoira aún recuerdan cierta batalla que se libró frente a sus torres, de tal manera que no quedó olvidada en el siglo X d.C, sino que trascendió y llegó a lo largo de su historia hasta el siglo XX, y fue recuperada por Faustino Rey Romero, en forma de poesía, romería y memoria. Y se hizo tan popular que terminó siendo televisada, celebrada como una fiesta, hasta que se acabó olvidando qué parte era leyenda, cuál historia, pero sea como fuere, aun existe una magia cada vez que Malisa abre la pesada puerta de las ruinas de una de las torres y el viento ulula entre el laurel y las piedras mudas.

Los daneses Benjamin Riise y Jakob Nørmark, que llegaron al Camino de Santiago este mes de agosto, son una reencarnación de aquellos normandos. Están recorriendo en bicicleta la costa del Norte. Pasaron por País Vasco, Asturias y León en su camino hasta Santiago de Compostela y Catoira. «pero sin pillaje ni saqueo», matiza Benjamin. Se agradece el detalle.

Jakob hace ver que su compañero de viaje usa la misma bicicleta con la que pedaleó hace muchos años la costa Mediterránea en bici, un trasto viejo pero resistente. Benjamin es firme partidario de usar las cosas hasta su último aliento y repararlas hasta que sea posible. «Yo creo que lo importante es cómo mantenemos en forma las piernas, no tanto el modelo de bicicleta». Fiel a su idea, este licenciado en lingüística por la universidad de Aarhus, antiguo profesor de danés en España, decidió arriesgarse y partir con su viejo vehículo.Solo que una rueda reventó. Se quedaron parados cuando descendían rumbo a León desde Mieres, Asturias. El contratiempo les mantuvo quietos en la carretera casi tres horas. Jakob cuenta como ocurrió: «Benjamin hizo autoestop pero no lograba encontrar nadie. Llegó al puerto caminando donde otro ciclista apareció (milagrosamente) un minuto después de que yo había ya empezado a bajar. Le dio a Benjamin dos cámaras con las que duró hasta León. También le contó un secreto, cortar una cámara vieja y ponerla dentro de la rueda rota. En León, por fin, Benjamin compró una rueda nueva».La buena suerte sonríe a los audaces. Cuando llegó a León, nos relató ya sentados frente a la plaza de la Catedral, la peripecia de la rueda para recorrer el tramo desde Mieres hasta aquí. Caminando cerca de la calle de la Rúa, –donde se encuentra «el tramo urbano más estrecho del Camino de Santiago»–, el mundo de Jakob y Benjamin entró en contacto con la legendaria ciudad leonesa. Un paseo por la ciudad es una lección práctica de historia. Dinamarca no tuvo presencia romana y cuando la tribu de los cimbreos les combatió con fiereza, dejaron de intentarlo. Precisamente Jakob añade que él procede de la zona en el Norte de Jutlandia, territorio de esta tribu. A quienes vienen del Mediterráneo o de Centro Europeo, una huella romana en el trazado urbano es lo habitual. Para los daneses esto es algo imposible.La pequeña embajada nórdica sigue desgranado su itinerario: «Después de León iremos hasta Ponferrada y Lugo. Desde Lugo a Santiago de Compostela y trataremos de llegar hasta Catoira». Así fue, a estas alturas ya deben haber encontrado los tesoros de la catedral que codiciaban sus antepasados. Para ellos, la experiencia de tomar una sidra en Asturias y traer una bota de vino que adquirieron en País Vasco, es todo su botín. La visita a Catoira está pensada precisamente para familiarizarse con el escenario donde desembarcaron los normandos en el siglo X. Tampoco es casualidad que nos hayamos encontrado en León, ya que en la Colegiata de San Isidoro se conserva una pieza de marfil de procedencia nórdica, de mil años de antigüedad. Cómo llegó la cajita al museo, se supone que formaba parte del lote de obras de arte que el rey Fernando I (siglo XI), y la reina Doña Sancha (Siglo XI), donaron a la Colegiata, tal vez tras haber sido capturada a alguna banda de piratas normandos.

El territorio está vivo y les plantea preguntas. Jakob preguntaba por el origen del nombre de la ciudad. Para él ya es la tercera León, fascinado, mientras cuenta que acaba de regresar de Lyon en Francia y también anteriormente de León en Nicaragua. Ahora flota en el aire para Jakob escribir una historia sobre la minería, que ya ha comenzado a imaginar, mientras que Benjamin va prestando atención a las variaciones de la lengua según cambia el territorio.

En efecto, estos chicos ya descubrieron las peculiaridades del baile, del leonés y su identidad. En San Sebastián aprendieron alguna palabra en vasco y dejaron León acabando en «ino» los sustantivos. Conocen bien el español y se entienden perfectamente con el camarero que trae a la mesa una tabla de embutidos. León se saboreaba con los cinco sentidos, mientras iba cayendo la tarde. Pedaleando alrededor de cien kilómetros al día, Benjamin propone levantarse temprano para llegar antes de lo previsto a Ponferrada. No sería mala idea contar con patrocinadores para la siguiente aventura en bicicleta el verano próximo. Quién sabe si un día su historia aparecerá en un libro de viajeros extranjeros en España como los que expone la librería de lance La Trastienda de León.

¿Quieren involucrarse en la aventura y patrocinar a estos chicos? Escriban un email a la cronista, mercedeswanderlust@gmail.com. Les esperamos para seguir contándoles los lazos que unen como continente, las esencias de nuestras culturas.
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