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Nos hemos equivocado

22/10/2022
 Actualizado a 22/10/2022
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Ni lo pasado siempre tiene por qué haber sido mejor, ni el futuro tiene que ser obligatoriamente mejor que el pasado. Tomo este axioma como punto de partida para mi reflexión sabadera en relación a las declaraciones de Arturo Pérez-Reverte, esta semana en ‘El Hormiguero’, sobre la juventud actual y el revuelo que éstas han causado. Su visión pesimista sobre los mimbres de los jóvenes de hoy en día no creo que diste mucho de la realidad.

Pero ojo, y aquí está la clave que pasa desapercibida para algunos, nadie culpa a las nuevas generaciones, ellos al fin y al cabo son los perjudicados en todo esto. Los culpables somos sus padres y la sociedad en su conjunto. Las pruebas no dejan lugar a dudas y es imposible escapar del veredicto de culpabilidad. Nos hemos equivocado al hiperprotegerles hasta extremos inusitados y no les hemos dejado caer para que aprendan a levantarse. Luego nos alarma su debilidad ante cualquier imprevisto y su tendencia a la frustración continúa cuando no salen las cosas como ellos quieren. Es evidente que lo hemos hecho con nuestras mejores intenciones, pero esto no es garantía de nada y el resultado ha sido nefasto.

Lo hecho, hecho está, pero lo que más me preocupa es que todavía haya gente que en vez de afrontar esta situación, sigue cayendo en el mismo error y en vez de cogerles de la pechera y menearles un poco para que despierten, se decanta por seguir protegiéndoles. En definitiva, seguimos cometiendo el mismo fallo que nos ha llevado a la situación actual. Evidentemente que hay jóvenes que son brillantes y que en ellos recaerá la responsabilidad de cambiar y mejorar el mundo. La cuestión es el porcentaje de estos sobre la mayoría. Ahí está el problema, porque a mayor mediocridad más responsabilidad y carga de trabajo para los que superan la media.

Insisto, ellos no son los culpables, son las víctimas de nuestra incompetencia y del buenismo que impera en nuestra sociedad actual. Hace décadas nos educaban en que teníamos derechos, pero también obligaciones. Ahora, muchos de los jóvenes tienen tatuado a fuego sus derechos, pero lo de las obligaciones ya es otra cosa. La hipocresía de la que estamos contagiados hace que haya un discurso público, pero luego cuando hablas en privado con profesionales del sector educativo y empresarial, es cuando te cuentan su perplejidad y desilusión con gran parte de la juventud.

Tenemos dos opciones. Seguir protegiéndoles o asumir nuestro error, pedirles disculpas, dejarles que la vida les dé unos cuantos sopapos de realidad y exigirles que cumplan con sus obligaciones.
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