Nicanor García, ese maestro poeta

'Después de todo', el último poemario de Nicanor García Ordiz, nos lleva a los sentimientos más profundos y verdaderos, transformando sus vivencias en nuestra propia realidad

Ruy Vega
28/07/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Nicanor García en una lectura poética compartida.
Nicanor García en una lectura poética compartida.
Papá, hay gente que ha nacido para escribir poesía. Hay gente que, por destino u oficio, saben transformar emociones en palabras, sentimientos en versos. Nicanor, sin duda, es uno de ellos. Escribir poesía es realmente difícil. Si no se hace con maestría, si no se consigue transmitir ni transportar a donde el poeta quiere llevar el viaje, podrán escribirse versos, pero no será poesía. En este caso, es pura poesía. Fuerza inquebrantable de talento innato.

Puede que el tiempo manejase, a su capricho, mi camino y el de Nicanor García. Puede que, como el mejor guionista, esperase a que mi vida, por destino o atino, se empapase de poesía por todos sus costados, leyendo casi sin pausa a enormes poetas y sus enormes poemarios, los cuales ahora guardo con cariño entre mis autores y libros favoritos. Por eso, que ‘Después de todo’, el libro del que hoy te hablo en esta carta, llegase justo en este momento quizá fuera un certero golpe del destino. Y es que es ahora, mejor que nunca, cuando puedo apreciar tan hermosos versos escritos. Y digo escritos cuando perfectamente podría decir que han sido dibujados en el alma de cualquiera que tenga sensibilidad.

Tengo cierta debilidad por este libro. Papá, hay libros que atrapan desde la primera página hasta la última, desde la primera mayúscula hasta el último punto. Este lo hace. Te hubiera gustado leerlo; ojalá puedas allí donde estás. Te imagino subrayando versos, enseñándomelos, comentándolos. Te imagino… porque ya solo puedo imaginarte.

Y es al comienzo, en la dedicatoria, donde indudablemente Nicanor, sin saberlo, ha conectado con nosotros. En la primera línea, sí, en la primera. Nos dice: «A mi padre», para luego añadir: «Hace mucho que te fuiste y antes de tiempo. Fue un adiós apresurado, impuesto». ¿Tengo que decir algo más? No, no es necesario. Ahora solo quiero recordar, a todos los que han perdido un ser tan querido como un padre, que no es inmortal el que nunca muere, que inmortal es el que nunca se olvida. Tú lo eres, el padre de Nicanor, sin duda, también.

En esta recopilación de sentimientos que Nicanor nos regala hay sitio, por supuesto, para el amor, entendido éste en su estado más sincero y cercano a cada uno de nosotros. Podría resaltar uno y mil versos, pero me gustaría empezar por los siguientes, que podrás leer en ‘El beso’: «Sellando esa pulcra inquietud / que me fluye, / dos labios cosidos a mi boca…». Me encanta. Casi me abruma una expresión tan certera como ‘dos labios cosidos a mi boca’. Genial, sin duda.

El autor se mete en nuestros pensamientos. Viaja con nosotros, bajo propia experiencia, a instantes que todos hemos vivido. Porque, papá, ¿quién no ha conocido alguna vez el amor? Siendo o no correspondido, ha formado parte de todos y cada uno de nosotros, así fue y así será siempre. La historia de nuestra sociedad no sería la misma sin él, como tampoco lo sería la mía o la tuya, o tampoco lo sería para el poeta. Versos tan hermosos como los que podemos encontrar en ‘Esta noche’, así nos lo transmiten: «Esta noche tienes la fantasía eterna de la calma, / y la utopía de los alientos mudos, / y la pureza extraña / de las velas apagadas». Maravilloso.

Papá, siempre me hablabas de lo difícil que es expresar mucho en pocas palabras, del talento que hay que tener para escribir sencillo. Lograr decir todo con nada, incluir en el espacio más pequeño la vida más grande.

En ‘Después de todo’ tenemos varios ejemplos de este buen hacer. Te podría poner muchos, pero me extendería demasiado, así que te he seleccionado algunos que, creo, te gustarán. El primero está en ‘Necesito’: «Necesito tu nombre / para sentir mi nombre / y emerger de la nada / como buena noticia».

Venga, aquí va otro. Lo encontrarás, si desde allá arriba se pueden comprar libros, en ‘La plaza’. ¿Sabes? Creo que la plaza de la que Nicanor nos habla la hemos visitado todos. Incluso te imagino a ti y a mamá en ella… Nos dice que «’Yo también te amo’ / me dijo. / Y desde entonces, / nos citamos cada tarde / en la pequeña plaza / de los besos».

En esta vida de sinsabores, de altos y bajos, de ida y vuelta. En esta vida de un día estar arriba y otro abajo, en esta vida de odio y amor, a todos nos hace falta ese rincón en el que vivir, casi a escondidas, donde lo único importante sea uno mismo y donde la sonrisa ocupe el lugar más alto, olvidando preocupaciones y lágrimas. Ese hueco en el que ser feliz aunque sea por instantes.

Papá, creo que el mío es cada una de estas cartas que te llevo enviando desde hace casi dos años. Para mí, quizá este papel sea mi propia utopía. Nuestro ya querido poeta, Nicanor, nos lo deja claro en un poema que, precisamente, se titula ‘Utopía’: «es entonces, alma mía, / cuando daría todo / por ser tu utopía». Y es precisamente en ese lugar, al que todos acudimos cada poco tiempo (o al menos deberíamos), donde la palabra tristeza es olvido, sueños convertidos en pesadillas que el viento se ha llevado lejos, muy lejos. Y donde debemos entender que, como él nos indica en su poema ‘Sonríe’, que «Sonríe, amor. / Al fin y al cabo / la tristeza / no es más / que el revés / de una sonrisa».Y quizá así sea. Tenemos tan cerca siempre la felicidad que son los instantes malos y dolorosos los que ocupan el máximo de nuestro tiempo.

No creo, no debo olvidar lo que he aprendido en estos certeros versos. No, no debo. Si fuera necesario, llevaré un tatuaje al que recurrir en instantes de oscuridad. «La tristeza no es más que el revés de una sonrisa».

La poesía, la gran poesía… Tan necesaria, tan cercana, tan acogedora. Puede que pocas expresiones artísticas se peguen tanto a la realidad interna de cada uno de nosotros como la poesía. Yo la descubrí cuando ya no estabas. No pude compartir contigo más que unas pocas conversaciones sobre ella, pues entonces otro tipo de literatura ocupaba nuestros días. Pero ahora creo que ha llegado a mí para no alejarse más, nunca más.

Me imagino, ya anciano, leyendo poesía con una cerveza en la mano, mientras sigo escuchando esta vieja música, que los entonces más jóvenes no habrán escuchado jamás. Creo que Nicanor será poeta toda su vida pues, escriba más o menos poesía, quizá ser poeta es ver y sentir la vida de una manera muy concreta, muy cercana al alma más oculta, a los sentimientos más profundos. Cómo no amar la poesía, si además de haber podido leer a grandes poetas de todos los rincones, he podido leer a los grandes poetas que este amado Bierzo nos ha regalado.

Cuánto talento guarda nuestro valle hermoso, cuántos versos quedan todavía por escribir… Te dejo ahora poesía de verdad, de la que se debería escribir siempre con mayúsculas. Son versos sueltos, extraídos de varios de los poemas que se pueden encontrar en ‘Después de todo’:

«Ando sollozando / por las esquinas del tiempo».
«Y no encuentro rincón / donde detenerme / a calmar esta zozobra / de humor y sentimientos».
«Miraba, y descubrí cómo ocultabas tu corazón herido / en la torre más alta, donde nadie llegara, / y no alcancé a decirte nada. Lloraba».
«No necesito saber de ti / para conocerte, / no necesito que me ames / para intuirte, / nunca me fue indispensable / que existieras para sentirte…».
Papá, siempre me queda la duda de si estas cartas te llegan o no. No lo sé y quizá prefiera no saberlo.

En el fondo, ocurra lo que ocurra, saber que sigo escribiendo y leyendo por ti creo que no solo mantiene vivo tu recuerdo, también me ha servido para conocer y reconocer enormes e inconfundibles talentos como el de Nicanor García Ordiz, un escritor ya imprescindible en mi biblioteca.
Lo más leído