Guillermo llegó a La Palma el pasado 7 de noviembre y desde entonces se encarga de vigilar que ninguna persona no autorizada acceda a la zona de exclusión del volcán. Tampoco que aquellos que pasan a limpiar sus casas, a regar o a quitar ceniza de sus tejados pasen más tiempo del estipulado al poder perjudicar a su salud con los gases que emite el Cumbre Vieja. "En caso de que suban los gases y los valores se pongan altos, nosotros nos ponemos unas máscaras especiales y desalojamos a la población porque puede ser peligroso. El dióxido de azufre y otros gases no se notan, pero a nosotros nos lo marcan los toxímetros", explica el guardia civil sobre sus cometidos en la isla.
Precisamente, ese dióxido de azufre ha sido liberado durante la erupción en mayor cantidad que en el resto de Europa a lo largo de un año. Una exposición a la que no ha dudado en hacer frente Guillermo, que ha dejado temporalmente su puesto en Valencia de Don Juan para ayudar a quienes ahora mismo más lo necesitan. "La gente está agradecida. Hay días que se forman largas colas y otros que ni siquiera se puede entrar a esta zona, pero los vecinos suelen ser comprensivos y colaborar", valora el agente.

No obstante, el guardia civil leonés desplazado a La Palma por la crisis volcánica asegura que en la isla hay dos realidades y que "no todo lo que se ve por televisión es exactamente así". "En una parte de la isla todo lo marca la lava, las coladas, los gases y todo lo que tenga que ver con el volcán. Pero en la otra parte de la isla ni se enteran, no saben ni que existe", comenta Guillermo.
De este modo, el agente relata a este periódico que ha hablado con varias familias que han perdido su casa, pero que los palmeros se han ido acostumbrando a convivir con la actividad volcánica. "El drama ese inicial no lo he percibido. Seguramente lo habría, pero se han ido acostumbrando a tener que ver esto día a día", expone sobre sus sensaciones en la isla.
Nochebuena lejos de casa
La misión de Guillermo en La Palma ya tiene los días contados, puesto que el 27 hará las maletas para regresar a León. Sin embargo, tendrá que pasar Nochebuena y el día de Navidad a 2.000 kilómetros de su casa. "Ya queda poco para volver allí. Tengo ganas de poder acabar y empezar el año con los míos", manifiesta sobre estas fiestas.
A sus 40 años, Guillermo no olvidará estos meses en los que ha pasado de velar por la seguridad de los coyantinos a hacerlo con la de los palmeros. Un tiempo en el que, con su dedicación y profesionalidad, ha vigilado casi sin descanso el Cumbre Vieja, el volcán que ha provocado la mayor erupción en España en el último siglo y la más duradera en la historia de La Palma.