Según se mire, la despoblación puede tener un gran número de rostros o muy pocos. Una de sus muchas caras es la situación que se vive en las
escuelas rurales, depósitos en los que los pueblos guardan sus últimas esperanzas de futuro, sus últimos niños. Al mismo tiempo, tiene contados rostros. Como los de Carla, Irene y Lucía, las tres últimas alumnas del colegio de Vega de Infanzones. También los de Lucas, Mateo, Julia y Alejandro, el porvenir de Destriana.
Estas escuelas son unos de esos lugares en los que la recomendación de limitar los contactos sociales viene impuesta de serie. Los grupos burbujas carecen de sentido allí dónde el 'virus' endémico de la
despoblación ha dejado a su paso innumerables calles vacías de todo menos de silencio.
El de
Vega de Infanzones, localidad situada a poco más de 15 kilómetros de la ciudad de León, es uno de los pocos colegios de la provincia con tres alumnos que están dentro del programa de flexibilización de ratios de la Consejería de Educación. En esta situación límite se encuentran también en
La Milla del Páramo (CRA Urdiales del Páramo) y en
Santo Tomás de las Ollas (CRA Toral de Merayo).

También por debajo del límite de cinco escolares, mínimo teórico para mantener abierto un colegio, se encuentran otras nueve escuelas rurales de la provincia. Así, en las localidades de Sosas de Laciana, Silván, La Granja de San Vicente, Canedo, Congosto, Miñambres de la Valduerna, Palacios de la Valduerna, Destriana y Quintanilla de Losada tan solo cuatro alumnos acuden cada día a unos colegios al borde de la extinción.Convivir con nuevas normasEn todos estos centros educativos están viviendo la pandemia del Covid-19 y las restricciones de una manera muy diferente a como se afrontan en los colegios de la ciudad, pero no por ello menos comprometida. Lucía, una de las tres niñas que van a clase en Vega de Infanzones, tiene sobre su mesa un bote de hidrogel que asegura que utiliza varias veces a lo largo de la mañana. "Cada poco nos lo tenemos que echar, pero es bueno para nosotras", señala la niña mientras escribe un cuento como tarea para la clase de Lengua.En esta aula tampoco faltan las mascarillas. A Irene no le hace mucha gracia, pero recuerda que "es obligatoria". De hecho, reconoce que comete algún que otro error que está intentando corregir. "Estoy tocándome la mascarilla todo el rato. A veces tengo esa manía y la verdad es que el año pasado estábamos mejor sin ella", comenta esta niña.La madre de Irene, Beatriz Fernández, confirma este compromiso de la pequeña. "Un día Irene amaneció con la mascarilla puesta porque decía que tenía que acostumbrarse a tenerla todo el día", relata la progenitora.Salvo "milagro", este será el último curso en el que se abran las escuelas de Vega de Infanzones Beatriz regenta el bar de Vega de Infanzones y, al igual que las otras dos familias de esta escuela integrada en el CRA de Trobajo del Cerecedo, se está familiarizando con nuevas rutinas. En el colegio han señalizado las entradas y las salidas y facilitan geles hidroalcohólicos a las niñas, mientras que en casa se encargan de renovar la mascarilla cada mañana. "Nos dicen que no se pueden levantar, que están separadas y que el año pasado estaban las tres juntinas. Protestan por todo, también que el profesor se pone muy serio para que estén quietas y no se levanten todo el tiempo", manifiesta esta madre.Juan Ignacio González, el profesor de Carla, Irene y Lucía, recuerda que las medidas de higiene y distanciamiento son comunes para centros como el suyo y para aquellos con más de una veintena de alumnos por clase. Velar por el cumplimiento de las normas es más sencillo en contexto educativo como el que tienen en Vega de Infanzones. "Las normas son muy fáciles de cumplir al poder controlarlos, los problemas están surgiendo en grupos más grandes y de menor edad. Pero estas niñas son muy tranquilas, en el recreo hacen otros juegos o escuchan música y ya está", comenta el docente del CRA de Trobajo del Cerecedo.En Destriana se matriculó un cuarto alumno con las clases ya iniciadas, gracias al temor a otro confinamiento Este el primer curso que Juan Ignacio imparte clases en una escuela del medio rural leonés y le ha tocado lidiar con las particularidades que han llegado con el coronavirus. "Solo quitan la mascarilla para merendar o beber agua. Es un poco molesto, pero poco a poco se van acostumbrando", valora el profesor.Algo más de persimividad hay en Destriana. Allí el profesor Ismael García permite a sus cuatro alumnos hacer un «descanso de mascarillas» cada hora. «Desde luego que es más sencillo de controlar que en grupos de 25 alumnos. Además, aquí son grupos de convivencia total porque luego en la calle juegan también juntos ya que no hay más niños», valora el docente.En este municipio de la comarca de La Valduerna también ponen de relieve el gran compromiso contra el Covid de la escuela rural. Entre Luyego, Destriana, Palacios y Villamontán, los cuatro ayuntamientos del CRA, van a adquirir un filtro Hepa para el aula."Lo único bueno del Covid"Sin embargo, a pesar de la catástrofe a todos los niveles que ha supuesto la pandemia, el Covid-19 ha dado una segunda oportunidad a colegios como el de Vega de Infanzones. Según el docente que imparte clases en él, el centro ha permanecido abierto este curso debido a que la normativa apuesta por reducir lo máximo posible el número de alumnos por aula.Una oportunidad más también para Destriana. Uno de sus cuatro alumnos, Mateo, se matriculó con el curso ya comenzado. "Su familia se vino a vivir al pueblo porque no querían pasar otro confinamiento, si lo hay, en un piso de Astorga. A nosotros nos ha venido eso bien, es lo único bueno del Covid", comenta Ismael.

Allí, en Destriana, sus niños todavía tienen varios años por delante hasta llegar a Secundaria. Por contra, lo más probable es que este sea el último curso en el que la pizarra de la escuela de Vega de Infanzones tenga borrones de tiza. Dos de las alumnas cursan el quinto curso de Primaria y la otra, Carla, empezará el instituto el próximo septiembre. Según explican las madres, Irene y Lucía tendrán que matricularse en
Grulleros a no ser que ocurra un "milagro" y lleguen nuevas familias con hijos en edad escolar a esta localidad cercana a la capital provincia.
Nadie como Carla ha visto esta
'despoblación escolar'. "Antes éramos cuatro, antes seis y, antes de antes, bastantes más. Se han marchando muchos", explica la estudiante de sexto curso de Primaria en Vega de Infanzones.
El valor añadido
Sin embargo, Carla tiene claro que siempre ha estado "muy contenta" en el 'cole' de su pueblo. Ahora, como la mayor de la clase, ayuda a sus compañeras con las tareas. Algo que le gusta y que en un aula de la ciudad no es posible. "A veces me preguntan cosas porque son más pequeñas y las ayudo", apunta esta niña.
Y es que la escuela rural tiene ese lado amable, las lecciones son más cercanas y los problemas siempre son relativos. "Bueno, a veces tenemos algún problema pero nos contentamos pronto. Tenemos que llevarnos bien si queremos jugar", comenta la mayor de la clase.
Porque estudiar en
un pueblo de pocos habitantes tiene inconvenientes pero, al menos así lo saben todos los que en su día fueron a uno, cuenta con muchas más ventajas. "El nivel de enseñanza es mucho más personalizado, las correcciones son constantes y es una enseñanza mucho más dinámica", valora el profesor de Vega de Infanzones.
Para Juan Ignacio, los docentes se pueden "centrar más en las necesidades de cada alumno". Estos niños del medio rural resuelven mejor las dudas y, "en muchas ocasiones", llegan mejor preparados al comienzo de la
Secundaria. Algo para lo que no es impedimento el menor número de profesores especializados en una única asignatura. Así, en Vega de Infanzones el tutor imparte clase de todas las materias salvo de Inglés y Religión.
Ismael también ve aspectos que dan valor añadido a la
enseñanza en el medio rural y destaca que muchas veces cuentan con "más recursos" que en los centros educativos de las ciudades. "Aquí no tenemos problemas con los turnos en las salas de informática. Tenemos cuatro ordenadores, uno para cada niño, y eso nos ayuda mucho de cara a enseñar", expone el profesor de Destriana.
Privilegios reservados para unos pocos, pero que son demasiados pocos. Profesores como Juan Ignacio o Ismael y familias como la de Beatriz no pierden la esperanza y hacen un llamamiento a que otros padres se decidan a matricular a sus hijos en escuelas rurales como la de Vega de Infanzones o Destriana. Rincones en los que la burbuja viene de serie y en los que aprender y crecer feliz es tan real como la
pandemia misma.