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Museos, la orilla de lo auténtico

16/05/2021
 Actualizado a 16/05/2021
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Se celebra en todo el mundo el Día Internacional de los Museos este martes 18 de mayo, convertido en los últimos años, por obra y gracias de la complacencia conmemorativa y el ansia un tanto excitada de eventos culturales, en Semana de los museos, repleta de actividades y agitaciones. Hacen mucho los museos y se les exige mucho de cara a la galería. Una inflación de labores visibles a menudo en demérito o desequilibrio respecto a las otras funciones de su vieja definición: conservar, investigar y un etcétera menos fotogénico aunque a la par importante para su función pública.

Durante esta pandemia los museos han sufrido como otra empresa más, ya que han sido tenidos por tales desde instancias administrativas que deberían juzgarles en otros términos. Se les reclaman actos, audiencias, cifras, y cuando no los aportan, se les prejuzga. Se miden todos con el mismo rasero, suponiéndoles igual autonomía, capacidad, medios. Contra lo que parece, el potente icono del museo vacío no revela disfuncionalidad como organismo cultural inerte, deshabitado, porque el museo vacío funciona, algo que se olvida fácilmente en tiempos de postureo y galerías poco museísticas.

Con el confinamiento y las restricciones los museos se zambulleron en lo virtual como alternativa a los cierres, especie de sustituto o paliativo ante la falta de visitantes. Un placebo. Incrementaban de golpe una tendencia a la digitalización de contenidos que ha llevado a la búsqueda, a menudo enardecida, de audiencias ligeras declaradas a golpe de clic, en las que se refugia la contabilidad de usuarios cuando la realidad flaquea. Redes sociales, webs, imágenes minuciosas o en 3D y otros recursos informáticos se benefician a menudo de un menor compromiso patrimonial, refugiándose en la ingravidez del entretenimiento, la frivolidad o el mero exhibicionismo. Suponen, por otra parte, una exacerbación de los pecados capitales del museo: el dirigismo, la artificialidad, la carencia de contexto.

Lo virtual es un sucedáneo, una solución de emergencia, no una alternativa: el museo es presencial. El único medio de comunicación que se visita, que se recorre, en el que lo físico juega un papel junto a lo mental. La disposición de las obras del Museo convierte su ciencia en algo muy relacionado con la topografía, construye un espacio real e intelectual que es preciso recorrer, experimentar. El museo cartografía nuestras inquietudes como sociedad. Soportan los museos la carga de la prueba, el testimonio real, auténtico, del discurso colectivo que alimentan. Lo virtual no compensa ni suple la visita al museo, difiere tanto de ella como lo hace pasear a la orilla del mar respecto a ver fotografías de la costa, por muy realistas o en tercera dimensión que puedan lograrse. El mar es el mar, un lugar y una experiencia sensorial. Como el museo.
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