Moción de censura
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Moción de censura
Desde que inicialmente se planteó la desde ayer fracasada moción de censura, ha sido todo un despropósito que sin duda más que buscar terminar con el Gobierno comunista que padecemos, ha respondido a la estrategia política del partido de Santiago Abascal para buscar un posicionamiento y un protagonismo, como ya intentó Ciudadanos anteriormente, y arrebatar al Partido Popular su derecho a ser, por méritos propios, principal fuerza de oposición.
El anuncio precipitado, allá por finales de julio, de la moción de censura por parte de VOX, sin haberla consensuado con otros partidos que a priori podrían haberla llegado a apoyar, estaba condenada al fracaso, aunque eso todo el mundo lo sabía y a alguno no parecía importarle.
Si desde el primer momento se hubiese pretendido recabar los mayores apoyos posibles, lo primero habría debido ser una conversación entre los dirigentes del PP, de Ciudadanos y de VOX para pactar los plazos y la estrategia, no tirarse del avión y luego pedir el paracaídas.
También habría sido fundamental, en la situación actual, presentar como candidato en la moción a algún político de prestigio y con toda la vida hecha, para revestirlo de cierta solemnidad y sentido de Estado. Me consta que desde VOX se intentó, pero muchos declinaron la oferta, precisamente por no haberse hecho las cosas bien desde el principio.
A partir de ahí todo ha sido un cúmulo de errores en las formas, los plazos, los mensajes hasta que nos encontramos con la votación de ayer que convirtió a la moción de censura presentada por VOX, en la de menos apoyo de la democracia.
Lo que sí les puedo asegurar es que tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias han dormido a pierna suelta esta noche, sintiéndose como los máximos beneficiados de todo este tema. Solo se tienen que sentar a observar como la centroderecha española se fragmenta y se distancia cada vez más mientras el neocomunismo trabaja por perpetuarse en el poder.
La réplica de Pablo Iglesias y de Adriana Lastra a Pablo Casado la mañana de ayer, estaba bien calculada y era parte de la estrategia. Unas palabras de admiración y respeto hacia el presidente del PP, independientemente de lo que dijese, revolvería las tripas del votante conservador desencantado y provocaría que ese distanciamiento entre votantes, que tienen más cosas que les unen de las que les separan, encontrase un argumento más para incrementar la fractura.
La cantidad de llamadas y de mensajes, casi a partes iguales, profundamente vehementes de admiración y de crítica hacia Pablo Casado tras su intervención, me demuestran que esto que les digo es tan cierto como que Sánchez se tomó un GinTonic al llegar a casa.
Dejen a un lado las estrategias, el cálculo de los tiempos políticos y los líderes de los partidos de la centroderecha española y sienten en una mesa a votantes del PP, de Ciudadanos, de VOX y muchos del PSOE y verán como coinciden entre el 85 y el 90 por ciento de los principios, sus desvelos y sus deseos de futuro.
El anuncio precipitado, allá por finales de julio, de la moción de censura por parte de VOX, sin haberla consensuado con otros partidos que a priori podrían haberla llegado a apoyar, estaba condenada al fracaso, aunque eso todo el mundo lo sabía y a alguno no parecía importarle.
Si desde el primer momento se hubiese pretendido recabar los mayores apoyos posibles, lo primero habría debido ser una conversación entre los dirigentes del PP, de Ciudadanos y de VOX para pactar los plazos y la estrategia, no tirarse del avión y luego pedir el paracaídas.
También habría sido fundamental, en la situación actual, presentar como candidato en la moción a algún político de prestigio y con toda la vida hecha, para revestirlo de cierta solemnidad y sentido de Estado. Me consta que desde VOX se intentó, pero muchos declinaron la oferta, precisamente por no haberse hecho las cosas bien desde el principio.
A partir de ahí todo ha sido un cúmulo de errores en las formas, los plazos, los mensajes hasta que nos encontramos con la votación de ayer que convirtió a la moción de censura presentada por VOX, en la de menos apoyo de la democracia.
Lo que sí les puedo asegurar es que tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias han dormido a pierna suelta esta noche, sintiéndose como los máximos beneficiados de todo este tema. Solo se tienen que sentar a observar como la centroderecha española se fragmenta y se distancia cada vez más mientras el neocomunismo trabaja por perpetuarse en el poder.
La réplica de Pablo Iglesias y de Adriana Lastra a Pablo Casado la mañana de ayer, estaba bien calculada y era parte de la estrategia. Unas palabras de admiración y respeto hacia el presidente del PP, independientemente de lo que dijese, revolvería las tripas del votante conservador desencantado y provocaría que ese distanciamiento entre votantes, que tienen más cosas que les unen de las que les separan, encontrase un argumento más para incrementar la fractura.
La cantidad de llamadas y de mensajes, casi a partes iguales, profundamente vehementes de admiración y de crítica hacia Pablo Casado tras su intervención, me demuestran que esto que les digo es tan cierto como que Sánchez se tomó un GinTonic al llegar a casa.
Dejen a un lado las estrategias, el cálculo de los tiempos políticos y los líderes de los partidos de la centroderecha española y sienten en una mesa a votantes del PP, de Ciudadanos, de VOX y muchos del PSOE y verán como coinciden entre el 85 y el 90 por ciento de los principios, sus desvelos y sus deseos de futuro.