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Mayday: catástrofes electorales

13/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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No me digan que lo sucedido en León tras la última noche electoral no da para una temporada completa del programa ‘Mayday: catástrofes electorales’, parodiando al mítico ‘Mayday: catástrofes aéreas’, en el que se reconstruye con todo lujo de detalles los motivos que han provocado los siniestros más funestos en el mundo de la aviación.

Los columnistas, opinadores o sabelotodos, pónganos el nombre que quiera, ya habíamos vociferado hasta la saciedad que el verdadero espectáculo llegaría la mañana del 27 de mayo, cuando los primeros espadas de las cuadrillas políticas tuvieran que sentarse a negociar, amenazar o chantajear, según el caso. Pero pocos, mejor dicho ninguno, se imaginó lo que nos depararía el siempre imprevisible destino.

Tras la noche electoral en la que unos pregonaron que los leoneses habían votado por el cambio y otros que había ganado el centro derecha entró en la programación de nuestra vida diaria ‘Mayday: catástrofes electorales’. Los accidentes suceden por un cúmulo de despropósitos y errores que encadenados unos con otros desembocan en un desenlace fatal. Por sí solos ninguno de ellos provocaría una tragedia, pero todos juntos son sinónimo de un final trágico. Y en la versión leonesa de ‘Mayday: catástrofes electorales’ sucedió justamente eso.

Las turbulencias provocadas por los errores a la hora de volcar los datos de varias mesas de la capital se tradujeron en que Vox perdiera uno de sus dos concejales en favor del PSOE. Pero el panel de control se llenó de luces rojas parpadeantes cuando apareció en escena la mesa 7-5B de ‘Las Pastorinas’, donde según el acta oficial Vox había conseguido 130 votos por 28 del PSOE. Unas cifras que a priori iban en contra de la tendencia en todas las mesas electorales de la ciudad e incluso en las otras urnas de esa misma mesa.

Y es aquí donde comienza la recreación de lo sucedido, según lógicamente basándonos en lo que han contado los protagonistas. Los componentes de la mesa en cuestión, cansados física y mentalmente tras un esfuerzo de horas realizado por imposición legal, abren las urnas y cuentan los votos. Hasta ahí todo bien. Anotan los resultados en un papel en sucio y cuando los pasan al acta oficial un supuesto error humano cambia los votos de PSOE y Vox entre sí. Los miembros de la mesa con ganas de irse ya para casa no se dan cuenta de este baile de cifras y firman el acta oficial, siendo testigos de excepción los apoderados de los partidos políticos. Nadie dice nada. Besos, abrazos y deseos de que no vuelvan a encontrarse en la próxima cita electoral en el mismo sitio.

Un error llevó a otro y así hasta llegar a ese documento firmado por todos y que es el desencadenante principal de este accidente electoral. Los causantes involuntarios de esta situación luego reconocen ante la Junta Electoral que habían cometido un error y sus integrantes les creyeron, pero los de Vox, que con este nuevo escenario se quedarían sin representación, y extrañamente los del PP deciden recurrir ante el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León e incluso no descartan llegar el Tribunal Constitucional.

Una vez analizada y escuchada la caja negra de la mesa de ‘Las Pastorinas’ a los investigadores en los que nos hemos convertido todos los leoneses nos asaltan muchos interrogantes. ¿Sea cual sea el resultado final de esta historia la nueva legislatura del Ayuntamiento de León no arrastrará siempre un aroma de sospecha? ¿Un documento oficial firmado sin coacción a ninguno de los firmantes debe tener validez plena y perpetua aunque posteriormente los propietarios de las firmas que aparecen en él reconozcan un posible error? ¿No sería conveniente guardar las papeletas en vez de destruirlas para poder consultar en este tipo de casos? ¿O el problema si esto se hiciera sería garantizar la custodia de dichas papeletas? ¿Ha acertado la facción del PP que apostó por recurrir la decisión de la Junta Electoral a pesar de que su número de concejales no se vio afectado? ¿No se fiaban de la pericia legal de Vox para estos recursos y por este motivo se autoinvitaron a esta fiesta? ¿No hubiera sido mejor si desconfiaban de los conocimientos jurídicos de los de Abascal que les hubieran prestado sus abogados y así al menos no salir en la foto? ¿Cómo están viviendo en la intimidad los de Ciudadanos esta batalla legal de la que dependerá que tengan o no algo que decir en la gobernabilidad del consistorio leonés? ¿No recomendarán los partidos políticos a sus líderes, que visto lo visto, no hagan declaraciones las noches electorales para así evitar escenas o discursos que más tarde se convertirán en memes? ¿Han podido pasar desapercibidos algunos errores en otras elecciones que de detectarse y corregirse hubieran modificado el resultado final? ¿No chirría que al final tengan que ser los jueces quienes digan si en León ganó la izquierda, la derecha, el centro izquierda, el centro derecha o vaya a saber usted quién? Y hasta que los jueces dicten sentencia, sólo nos queda una opción, gritar desesperadamente a la torre de control de la democracia «¡mayday, mayday, mayday!».
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