Martinferre: "Mi norte se dirige siempre hacia el precipicio"

El fotógrafo y escritor berciano expone desde este sábado en la galería Ármaga la fotografías que aparecen en el libro ‘Breviario del harén’ que ha editado el sello Lobo Sapiens

L.N.C.
14/01/2022
 Actualizado a 14/01/2022
El fotógrafo y escritor berciano Casimiro Martinferre.
El fotógrafo y escritor berciano Casimiro Martinferre.
Este sábado, a las once del mediodía, se presentará en la galería de arte Ármaga, dirigida por Margarita Carnero, el nuevo libro del fotógrafo y escritor Martinferre, titulado ‘Breviario del harén’, editado por José Antonio Reñones en su sello Lobo Sapiens. Será una oportunidad única para contemplar expuestas en las paredes de Ármaga buena parte de las fotografías incluidas en el libro. Habrá firma de ejemplares y una visita guiada por las obras preferidas del autor, pues según él cada una de ellas tiene «su particular peripecia vital».

– ¿Nace primero el relato, o en cambio lo hace la fotografía?
– Es difícil averiguar la génesis, pasa lo mismo con el huevo y la gallina. Unas veces escribo inspirándome en la imagen recién salida del revelador, mientras en otras modelo un retrato dejándome guiar por el texto.

– ¿De qué va el ‘Breviario del harén’?
– Aunque a primera vista pudiera parecer que esta novelita da las claves para fundar un beaterio del vicio basado en tórridas relaciones, en el fondo es una tierna historia de amor, que el protagonista mantiene con la enana doña Maribárbola. También es el delirio de un fotógrafo que pretende febrilmente conseguir la ilusión de su vida: un harén de danzarinas. Danzarinas un tanto impúdicas y asilvestradas en la higiene, tipo francés, no quiere virtuosas de la palangana. En principio las danzarinas, acróbatas, contorsionistas, monjas desengañadas que van saliendo de su cuarto oscuro son exclusivamente para su personal disfrute, pero pronto se corromperá en favor de terceros. Descubrirá entonces la soledad que conlleva la profesión de chulo, y descubrirá que en el fondo un artista respecto a su obra no es más que eso, un chuloputas.

– ¿Podemos encontrar en la novela algo más que hermosas danzarinas?
– No sólo hay danzarinas. El negocio da para que muchos otros personajes pululen por sus páginas, algunos de ellos para mí entrañables, rescatados de la memoria. Hay sitio para Dios, ese cruel dios interestelar al que llamo Chultu y para el que los humanos somos apenas un divertimento, un experimento de laboratorio o un chivo expiatorio. También anda por medio el diablo, Demín de Parajís, que más propiamente sea un criado de Chultu. Tiene un infierno, en el que existe un rincón vip reservado al mundillo artístico; en las provincias del Breviario, tristemente, el mundillo de la creación se rige, más que por el mérito o la genialidad, por el enchufe que tengas entre los caciques culturales, por lo bien que gestiones el comerrabismo con el paleto que dirige el instituto.

– ¿Cómo calificarías el trabajo?
– En rigor, ateniéndome al diagnóstico de mi frenólogo de cabecera, este trabajo literario-fotográfico es consecuencia de lesiones cerebrales recurrentes, o como mínimo es consecuencia de un fetichismo arrinconado en lo profundo del subconsciente que de pronto hubiera despertado.

– ¿No es un tanto arriesgada la temática en estos tiempos que corren?
– Qué le vamos a hacer, veremos si en eso consiste la libertad. Este es un proyecto de largo recorrido, ilusionante pero tremendamente fatigoso, y que precisamente ahora he concluido con gran alivio. Uno no fotografía siguiendo adocenadas tendencias, ni escribe por encargo, ni al dictado, ni calla según qué cosas. Ser obediente y usar anteojeras es bueno para trepar o trincar subvenciones, cosa que yo no pretendo. Yo voy por libre, a tumba abierta, siguiendo mi instinto o sacando adelante mis neuras porque nadie las está esperando. Podríamos decir que, aunque yo no las busque, tomo las trochas peores y mi norte se dirige siempre hacia el precipicio. En esto temo esté la mano vengativa de Chultu.
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