05/06/2022
 Actualizado a 05/06/2022
Guardar
Las primíparas son el espécimen más intrépido del reino animal, por soportar el desconocido embarazo y enfrentar el primer parto. Que el progreso humano le haya añadido a este último salas de dilatación, monitores, prostaglandinas, oxitocina, epidural y cesárea para garantizar el éxito en su ejecución no les resta un ápice de heroísmo.

Así, tampoco el haberlo escuchado un millón de veces le resta un ápice de verdad al hecho de que vivir los primeros días de una hija es experimentar un aluvión de emociones. De esperanza y celebración. De ternura cuando adopta la postura del koala sobre tu pecho. De sobrecogimiento cuando le dan estertores que parece un árbol de película de Tim Burton. De instinto de protección cuando te agarra el meñique con sus manitas ya bien formadas mientras sonríe sin querer. De vínculo.

Y ese vínculo se canaliza entre otros elementos a través del nombre, el cual conecta al bebé con el mundo, porque los nombres pueden llegar a trasladar un acervo tan rico como rica en células madre es la sangre del cordón umbilical. Este es tu caso, Marina, hija.

Porque te precede Santa Marina, patrona de Vegamián, lugar de nacimiento de tu abuela Pilar. Las marinas de J. W. Turner como ‘El último viaje del Temerario’ que pueden ser muy buen retrato de las pasiones paternas. Y ‘Underwater#1’ del veneciano contemporáneo Davide Battistin. La Marina Alta de Alicante, con sus flores y su luz blanca contra la roca costera. Marina del Rey, en Los Ángeles, donde se tiró la foto que acompaña estos textos y punto de partida de un viaje imborrable. Marina, nuestra amiga, tan fiera y gasolinera. La playa de Santa Marina en Ribadesella, llena de casas de indianos; la playa urbana más emblemática de la costa con las playas salvajes más bonitas de cuantas conocidas. La marina mercante, sector donde trabajó tu abuelo Miguel viviendo como un maharajá. Marina Abramovic, la salvaje artista serbia de performance. La Infantería de Marina española, la más antigua del mundo, creada por Carlos I en 1537. La ancestral fauna marina, como las mantarrayas que aparecen en los documentales de David Attenborough. La calle de la Marina, en Barcelona, que une la hiperbólica Sagrada Familia y el Puerto Olímpico. La paz marina que encuentra tu madre buceando. La sal marina, que nos hace flotar a todos.

Y desde ya, tú misma, Marina, para las que te sucedan.
Lo más leído