María Sánchez: "Llevar las instituciones a los pueblos sería solo una tirita"

La escritora cordobesa llega este viernes a la Fundación Cerezales (18:00 horas) para presentar su libro ‘Tierra de mujeres’ editado por Seix Barral, una obra en la que habla de los pueblos sin el filtro de la compasión y en la que pone el foco sobre las grandes olvidadas en la historia de los pueblos: las mujeres

Teresa Giganto
09/08/2019
 Actualizado a 18/09/2019
María Sánchez ha escrito un poemario que lleva por título ‘Cuaderno de campo’ y ahora ha publicado ‘Tierra de Mujeres’. | JOSÉ GONZÁLEZ
María Sánchez ha escrito un poemario que lleva por título ‘Cuaderno de campo’ y ahora ha publicado ‘Tierra de Mujeres’. | JOSÉ GONZÁLEZ
María Sánchez (Córdoba, 1989) es veterinaria y escritora. Para ella los pueblos son la mejor oficina ya que en ellos trabaja con los animales y en ellos bebe para ponerse a escribir. Es una firme defensora del medio rural y de todo lo que tiene que ver con él, diferencia la España vacía de la España vaciada y reitera una y otra vez que la educación es primordial para combatir la despoblación. De ello habla en su último libro, ‘Tierra de mujeres’ (Seix Barral), y de ello debatirá este viernes por la tarde en la Fundación Cerezales Antonino y Cinia de Cerezales del Condado acompañada de Charo García, ganadera de ovino, y Gabriel Villota, profesor de Comunicación Audiovisual de la Universidad del País Vasco (18:00 horas).

– El debate sobre la despoblación se ha puesto de moda y ha llegado a los despachos de los políticos. ¿Se está realmente ahondando en el problema?
– Lo rural está de moda. Estos días salía la noticia de que querían descentralizar las instituciones para llenar la España vaciada pero yo creo que hasta que no se hagan políticas de verdad que ayuden a la gente joven a querer irse y quedarse en los pueblos, medidas para sanidad, educación, carreteras, comunicaciones... Lo veo todo para salir del paso. Esto no es nuevo. ¿Lo de descentralizar? En Córdoba, en el Valle de los Pedroches, está la Cooperativa Covap y la gente va todos los días a trabajar allí desde la ciudad y no se quedan en el pueblo. Si nos llevamos la instituciones a los pueblos, pasaría lo mismo. Es una tirita. Hay que ahondar los motivos que llevan a la gente a irse y a partir de ahí, tomar medidas. No creo que la gente quiera vivir en grandes ciudades con el precio de los alquileres, las distancias al trabajo, el ritmo que impone la ciudad... Pero hay que ayudar a la gente a quedarse en el pueblo, a que los jóvenes emprendan en ellos. Los pequeños productores, la ganadería extensiva... ¿Qué ayudas tienen si lo único que se incentivan son las macrogranjas? Pedimos servicios mínimos y comarcales, que estén bien comunicados... los mismos servicios a los que acceden los que viven en las ciudades.

Hay tanta vida en la España vaciada que ya va siendo hora de que cambiemos la forma de mirarla– Los habitantes de los pueblos han asumido en muchos casos que son ciudadanos de segunda y han adoptado una visión fatalista de su propio medio rural. ¿Cómo salir de eso?
– La gente ya se está despertando. Yo nací en el 89 y cuando decía a los compañeros de clase que tenía cabras me decían que era una cateta, eso está muy metido en la sociedad. La gente tenía que dejar el campo y el que se quedaba en el pueblo era el tonto y el que no servía para nada. Nuestros propios abuelos y abuelas han dicho eso de vete porque aquí no haces nada. Nos echaron de nuestros pueblos y de nuestras casas, entonces eso está muy metido. Aunque ya se está rompiendo, hay que incentivar a las nuevas generaciones el apego por lo suyo, por las cosas que tenemos, por el patrimonio y la cultura de lo rural y enseñarles a estar orgullosos de ello.

– Sobre ello plantea algunas preguntas en ‘Tierra de mujeres’. «¿Cómo sentirse orgulloso de las raíces si desde que tienes consciencia te han enseñado que la única opción posible para prosperar es la de marcharse?»
– Eso nos lo da la educación. En Francia hay colegios que tienen su propio huerto, comen todo de temporada y desde pequeños tienen vínculo con la tierra. Incluso hay unos niños que en el colegio tienen un rebaño de cabras y se encargan de su cuidado y fue uno de estos rebaños el que ganó el concurso morfológico de una de las ferias más importantes de Francia. Me ha costado que mi familia estuviese orgullosa de lo que tenía y de lo que tenemos, hasta hace poco no me contaban cosas de los animales o del huerto porque les parecía que eso no interesaba y que solo era cosa del ámbito doméstico. Parecía que no merecía la pena pero es muy importante porque... ¿Dónde va toda esa cultura? No podemos dejar que los niños de una zona rural se sepan mejor los nombres de los Pokemon que los de sus propiosárboles y sus propios pájaros. Eso duele mucho y a lo mejor habría que hacer algo. Y hay que acercar la brecha entre lo rural y lo urbano porque sigue siendo bastante grande.

No podemos dejar que los niños se sepan mejor los nombres de los Pokemon que los de sus pájaros– Hay dos conceptos que se utilizan a menudo como sinónimos pero no lo son. ¿Cuál es la diferencia entre la España vacía y la España vaciada?
– Hace un tiempo empecé a utilizar en redes la España vaciada como respuesta a la España vacía porque la vacía me da coraje. Vacía es como que la gente se fue y ya está, pero vaciada implica que hubo una serie de factores que hicieron que la gente se fuera. No está vacía porque la gente quisiera irse. Lo tengo en la familia materna que se fue a Cataluña porque no tenían otra cosa, no porque quisieran. Vuelven en verano, están deseando abrir su casa y parece que no se han ido nunca. Mi tía-abuela siempre quiso volver y morir en el pueblo, pero se está muriendo en un hospital de Barcelona y cuando vuelva será para ir al cementerio. Es el dolor que tenemos en mi familia materna. Es el desarraigo, una historia que también hay que contar. Y parece que no hay gente en los pueblos pero es que no es así. Hay mucha gente que lucha en los pueblos conservando razas autóctonas o guardando sus palabras. Se están haciendo muchas cosas, hay tanta vida en la España vaciada que ya va siendo hora de que cambiemos la forma de mirarla.

– Afirma en ‘Tierra de mujeres’ que el medio rural necesita otras manos que lo escriban. ¿Qué manos tienen que ser esas?
– Lo que cuestiono es que os preguntéis quién ha escrito de lo rural en los últimos años. Porque si nos lo preguntamos la respuesta es que casi siempre son hombres, de clase media y que viven en las ciudades. ¿Acaso en los pueblos no hay gente que sabe escribir? Sí y ya va siendo hora de que cambiemos el relato porque siempre han venido los de fuera a contarlo. No quiero que solo escriba la gente del campo, pero hay que abrir la vista y no pasa nada por cuestionarnos esto.

– Veterinaria, escritora, poeta. ¿Cuánto de lucha han tenido las tres actividades que desarrolla por el hecho de ser sustantivos femeninos?
– He tenido la suerte de que trabajando como veterinaria me he encontrado muy poquitos casos de machismo y son más bien anécdotas que cosas que me hayan hecho sentir violenta o fuera de lugar. Sin embargo, en eventos de Madrid y Barcelona me he encontrado un machismo y un clasismo más fuerte que en el medio rural. Estoy cansada de que lo malo se ubique en el rural y lo bueno en las ciudades. En el rural pasa de todo, como en las ciudades. Cuando fui al Premio Biblioteca Breve a Barcelona un editor canadiense, al saber que era veterinaria de campo, su respuesta fue que vestía muy bien para tener esa profesión. Nos enmarcan, es donde les gusta vernos, la idea que tienen tan fijada que cuesta romper.

– Sus referentes eran masculinos. Su padre, su abuelo, Félix Rodríguez de la Fuente, Machado.... ¿Pero en qué momento se dio cuenta de que sí quería ser como su madre y su abuela?
– Cuando te empiezas a cuestionar de quiénes son los que han ocupado la narrativa y el día a día en tu vida. Cuando llega el feminismo a mi vida hago el primer salto a conocer veterinarias, científicas, escritoras... ¿Y las mujeres de mi familia? ¿Por qué no me he interesado por las vidas de mi madre y de mi abuela? ¿Por qué ellas no han querido contar su historia? ¿Por qué no hay mujeres escritoras de la edad de Delibes o de Julio Llamazares? Eso te lleva a ver el machismo y la desigualdad tan fuerte que hubo.

– En León miles de mujeres se manifestaron el 8M. En los pueblos las mujeres siguieron en su huerta, a sus fogones, a ordeñar... ¿Llega el mensaje feminista al medio rural?
– El año pasado salieron pocas, pero este año el salto fue más grande. Poco a poco se irán sumando más mujeres. A lo mejor había quien quería salir, pero solas no quieren, por eso es tan importante la sororidad y el equipo. En una ciudad sales y te sientes respaldada pero en un pueblo no. Poco a poco se irá consiguiendo. Granito a granito va calando.

La gente tenía que dejar el campo y el que se quedaba en el pueblo era el que no servía para nada– Hace poco un hombre me contaba la vergüenza que sentía su madre cuando iba a la capital y tenía que hablar, con mala pronunciación y palabras más propias del pueblo, de esas que hoy se pierden y a las que ha salido a su encuentro para que pervivan con un nuevo proyecto.
– Todas esas palabras que pronunciaba esa mujer es patrimonio, y lo hemos despreciado. Es un desprecio a lo no normativo cuando deberíamos estar orgullosos de ello. A eso también hay que darle importancia desde la escuela. A mí me ha pasado con mi acento. «Qué graciosa que lee los poemas con su acento», me han dicho. ¿Cómo quieren que los lea? Es mi lengua y es mi acento. Y ahí está Almáciga, un semillero de palabras del medio rural. No debemos sentir el desprecio y el pudor hacia lo diferente, al revés. Almáciga empezó como una instalación en pueblos a los que he ido donde se colgaban palabras de todas las lenguas del territorio sean reconocidas o no y un cuaderno donde la gente va apuntando las palabras del medio rural que no querían que se perdieran. El año que viene saldrá en libro. Va a ser un pequeño diccionario con mis palabras favoritas y la idea es que el libro continúe en digital donde la gente pueda soltar sus palabras y recopilarlas. Quiero que sea algo dinámico, que crezca y que la gente pueda aportar al proyecto. El nombre de Almáciga lo elegí porque es el sitio donde se hacen germinar las plantas y las verduras para que cojan fuerza antes de trasplantarlas al huerto. Y me gustó para que sea en Almáciga donde las palabras de nuestro medio rural cojan fuerza, cobijo, se resguardaran, las habláramos entre nosotros y que volvieran a nacer. Estas pequeñas cosas hacen despertar raíces a la gente.

– Ya conoce la Fundación Cerezales. ¿Necesitamos una en cada pueblo?
– Sí, la conocí en 2017 y es uno de mis sitios favoritos. Es un todo. Hay una simbiosis perfecta y me gusta todo lo que hacen y el tejido que han creado y que se ha tejido a su vez con el territorio, con los animales, con los paisanos, con la naturaleza. Necesitaríamos más Cerezales así en todas las comarcas.
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