20/10/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Las manos frías aprietan las ubres y los chorros de leche estallan contra el caldero de aluminio. Es un sonido inconfundible, escuchado cada día, en el silencio de las primeras horas de la mañana. Sale vaho de la leche caliente, la cuadra está helada. Años después, las manos pondrán las ubres en los tubos metálicos de la máquina de ordeño. La leche sale a grandes chorros y se acaba mucho antes. Mientras, hay que limpiar, poner forraje y echar un ojo a la vaca que está a punto de parir.

Tras el ordeño se cogen los huevos de las gallinas, todavía tibios sobre la paja o entre las plumas rojas del pecho de las que todavía tienen la ilusión de empollarlos y sólo se apartan de mala gana, cacareando con disgusto.

Se colocan los huevos en las cajas de cartón y se apilan. Las manos no paran. Esas manos siempre tienen algo que hacer. En el huerto no queda mucha cosa, pero con este tiempo raro a lo mejor ha madurado alguno de los últimos tomates y ya se puede arrancar. Y mejor quitar ese calabacín tan grande, no sea que se pudra. ¿Plantaremos ya las habas o esperamos a noviembre?, se preguntan las manos, mientras cortan las hojas de acelga que no estropeó la helada de ayer y las meten en una bolsa con el logotipo del supermercado del pueblo de al lado. Mañana hay que ir a comprar, no hay jabón.

La comida: garbanzos. Llevan horas en remojo. A la olla rápida, con la carne. Mientras se hace el cocido, las manos cogen las agujas de punto. Uno del derecho, otro del revés. Las manos casi han acabado los calcetines grises y rojos que están haciendo con la lana destejida de un jersey viejo. Que hay mucha familia y siempre vienen bien para el invierno.

Las manos comen, al fin. Cogen la cuchara para tomar la sopa que han hecho con el caldo de los garbanzos y después todo lo demás. No están solas, hay otras manos sobre la mesa.

Por la tarde, la partida de cartas. Las manos cortan, reparten y a veces tiran triunfos y se llevan el montón. Todas las manos que cogen las cartas se parecen. De ellas se dijo algo esta semana en los medios de comunicación, por el Día de la Mujer Rural.Pero de las que hablo son únicas: son las manos de mi abuela, que hace un año que se fue.
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